26 julio 2008

El Güero Téllez, reportero de la tragedia mexicana

Parecía sacado de una novela de detectives: de figura alta y delgada, le gustaba usar sombrero y siempre traía un cigarro colgado de la comisura de sus labios...
Ni el sombrero ni el cigarro dejaba al momento de escribir. Eran parte de él, como lo era también su inseparable máquina portátil en la que, por más de cuatro décadas, escribió a detalle las historias policiacas más espeluznantes de nuestro país.
Terremotos, asesinatos, accidentes... ahí siempre estaba él, Eduardo Téllez Vargas, mejor conocido como el Güero Téllez, para llevarse la exclusiva... casi a cualquier precio.
Y cumplía su cometido. Así lo hizo con los crímenes perpetrados por Goyo Cárdenas —El Estrangulador de Tacuba—, con el lío que armó el luchador Pancho Valentino, con el asesinato de Ramón Gay a manos de José Luis Paganoni, esposo de Evangelina Elizondo, al suponer que ésta lo engañaba con el actor, y con una de sus mejores coberturas: el “Caso Trotsky”, que, además de México, se publicó en el London Times y que lo catapultó a la gloria periodística.
En esos días corría el año 1940 y el Güero Téllez llevaba ya una década como reportero. A partir de entonces no realizó más que crónicas impecables que están reunidas en el libro El Güero Téllez. ¡Reportero de policía!, publicado en 1982, pero que recientemente reeditó Debolsillo.
Se trata de un relato escrito en primera persona en el que el mismo Téllez recuerda sus experiencias periodísticas. El relato es producto de una larga charla que sostuvo durante varios encuentros con el también periodista José Ramón Garmabella.
¿El resultado? Una muestra sorprendente del talento de Téllez y un recorrido por los más temibles criminales que dicen mucho de los violentos tiempos que se vivían entonces.
“No se puede escribir la historia de una ciudad si antes no se dedica un capítulo entero a su historia criminológica. Dallas se relaciona con el asesinato de John F. Kennedy, Chicago con Al Capone y Eliot Ness, Nueva York con John Lennon, Londres con Jack el Destripador y pues México no podía ser la excepción”, señala Garmabella.
“El libro, comenta, intenta recuperar esa memoria histórica y recordar que antes se hacía un periodismo con más historias. El Güero tenía un estilo barroco, pero que lograba atrapar a los lectores.
“Sólo a él se le ocurrió escribir, por ejemplo, a propósito de la fuerte lluvia que caía mientras exhumaban los cadáveres de las víctimas del Goyo: “La lluvia no era sino el llanto incontenible del cielo por la caída de esos ángeles”.
—¿Cómo lo recuerda?
—Como un hombre serio, muy pocas veces lo vi sonreír. Le sucedió lo que muchos otros que aman el periodismo: fue un reportero de tiempo completo, todo el día andaba en la Cruz Roja.
Recuerdo que las bolsas de su saco siempre estaban llenas de papelitos con apuntes y que era muy celoso con la información que adquiría.
Sus mismas diversiones eran propias de un buen reportero que se precie de serlo: le encantaba el dominó y la bohemia. Nunca hablaba de su vida personal.
Ese es el recuerdo de Garmabella, el colega, el amigo...
Por cosas del destino, el mejor reportero policiaco nunca trabajó con Enrique Metinides, el mejor fotógrafo de la fuente. El resultado hubiera sido interesante...

22 julio 2008

En Puebla sí leen Alarma!

Foto: Carlos Aguilar
Sucede que en una viaje relámpago que hice a Puebla, me encontré a este hombre leyendo su ejemplar de Alarma!. Fue muy cerca del Mercado Victoria —a unas cuantas cuadras del centro— donde todo es marginación y pobreza y donde, por supuesto, no pasa ni de broma el reluciente y moderno Turibus. Y se entiende. Después de todo, esos "turistas asépticos" no pagaron 70 pesos para ver desde una perspectiva de lujo vendedores ambulantes, tampoco para respirar ese penerante olor a pescado (en esa zona se encuentran todas las marisquerías) ni para obtener la foto de un hombre viendo una revista gore.
Esos turistas, claro está, tampoco probaron las riquísimas cemitas que se venden ahí a 17 pesitos. Para qué, si justo enfrente de donde los bajó el Turibus —luego de su ilustrador recorrido en el que un hombre repitió como loro el nombre de cada edificio y el año de su construcción— hay un lujoso Sanborn's esperando con su insípida comida de no menos de 200 pesos. Ellos saben viajar, eso que ni qué.

21 julio 2008

Que todo regrese a la normalidad. Eso es lo que más deseo ahora. Que todo sea, si se quiere, monótono, gris, lento y rutinario, pero que contenga esa tranquilidad que tanto me hace falta. No más arrobos ni anhelos, no más sueños ni planes, sólo un poco de silencio...
¿Qué pasó por tu cabeza? ¿Acaso no aprendiste la lección? ¿Por qué de nuevo este tropiezo? Ahora sólo mantente callado y no hagas más tonterías. Sería bueno que en lugar de 8 o 10 horas, trabajaras 16, 18. Trabaja, trabaja y olvidate de todo. Cuando menos lo esperes, todo habrá pasado.
La lluvía volverá a caer sobre tu cabeza y tú volverás a ser el mismo. El mismo hombre amargado y desdichado de siempre que no quiere saber nada de los demás. Nada de amigos ni familiares... Así sea.
¿Por qué siempre me enamoro de cada mujer que me presta un poquito de atención?

06 julio 2008

Tras seis meses desenmascaran al sanguinario “Verdugo del Niágara”

AFP en Hamilton, Canadá
Un mechón de cabello, seis pedazos de intestino, uno más de un dedo índice, una navaja de cutter y un documento revelador hallados accidentalmente en un sótano, se convirtieron ayer en la última pieza que faltaba para completar el rompecabezas macabro que ha dejado estupefactos a los apacibles habitantes de la ciudad de Hamilton, en Canadá.
Se trata, ni más ni menos, de pruebas irrefutables que vienen a comprobar algo que todos sospechaban, pero que nadie, definitivamente, podía asegurar: Robert Smith, instructor de natación del colegio Anne Marie MacDonald, quien en enero de este año llorara ante las cámaras de televisión el terrible asesinato de seis alumnas, no es otro que el mismísimo “Verdugo del Niágara”.
Hace una semana —cuando la madre de una de las víctimas reveló que en varias ocasiones su hija le había contado que su instructor la había maltratado físicamente— Smith fue encarcelado inmediatamente por sospechoso y ayer a primera hora fue castigado con la inyección letal, permitida en Hamilton desde 1989.
Pero, ¿cómo pudo Smith burlar a las autoridades durante casi seis meses? ¿Dónde ocultó el cuerpo de las seis niñas? ¿Es que acaso no hubo un solo testigo?
El mismo Smith, quien se mostró apacible y hasta amable con sus custodios, no quiso irse con el secreto y llenó uno a uno los huecos que faltaban para resolver el acertijo.
Smith reconoció haber cometido los seis asesinatos y hasta corrigió a las autoridades en el sentido de que del primero al último habían transcurrido apenas cuatro días y no siete como aseguraban.
Y en una actitud que los padres de las occisos calificaron de “cinismo”, se dio el lujo de narrar a detalle:
“Las invitaba a mi casa y les ofrecía un vaso de leche y galletas. Apenas daban el primer sorbo, las comenzaba a golpear. Luego me metía a bañar con ellas; estando totalmente moribundas y con el rostro amoratado, las violaba varias veces...”, relató Smith como si se tratara de un cuento de hadas. En la misma regadera las descuartizaba y metía los pedazos en bolsas negras de basura.
—¿Y los cuerpos?, se le preguntó.
—Conducía durante media hora hasta el Niágara y ahí los arrojaba...
Durante los días siguientes, las autoridades fueron encontrando los cuerpos de las niñas, y cada vez Smith retaba, con lágrimas en los ojos, a las autoridades a que atraparan al despiadado asesino.
En un hecho sin precedentes, se reunió con los familiares de las cinco víctimas que habían sido halladas en el Niágara para tratar de descubrir quién era el psicópata.
Quien no participó fue la señora Jensen —madre de Eleonor, la única que no había sido hallada—, quien durante todos estos meses vivió con fuertes sospechas. “El asesino está más cerca de lo que creemos, tal vez esté en nuestras propias narices”, se atrevió a declarar en clara referencia a Smith.
Meses después revelaba que su hija había sido regañada varias veces por su instructor y que una vez hasta se atrevió a agredirla físicamente.
Por supuesto todos creyeron que eran sólo habladurías, pero no para la policía, que vio motivos suficientes para encarcelar a Smith.
Aún faltaba por descubrir dónde estaba el cuerpo de la sexta niña...
Lo siguiente es digno de Ripley. Sucede que durante el arresto de Smith, nadie se molestó en hacer una revisión en la casa. Realmente no creían que fuera culpable y no lo consideraron necesario.
Pero los perros-policías no entienden de esto, como de olores. Así que en cuanto voltearon, Zeus, un Boxer veterano, ya saboreaba un trozo de algo que parecía un intestino humano.
Al bajar al sótano las dudas se evaporaron: encontraron cabellos con el mismo ADN que Eleonor, cinco pedazos de intestino (el sexto fue imposible quitárselo a Zeus y terminó por devorarlo), un dedo índice con un anillo que tenía una letra “E” formada con pequeñas esmeraldas, un cutter con sangre y una lista con los nombres de sus víctimas:
1.-Nicole
2.-Gisele
3.-Betty
4.- Lisa
5.- Jennifer
6.- Eleonor
Jessica, que sería la séptima víctima, se salvó gracias al hambre de Zeus
Robert Smith tenía 37 años y desde hace 10 era instructor de natación en la primaria Anne Marie MacDonald. Su carácter afable lo hicieron de todas las confianzas en Hamilton, pese a que más bien se conocía muy poco sobre su persona.
No tenía hijos ni pareja sentimental. Desde los 5 años quedó huérfano, razón por la cual se crió en un orfanato hasta cumplir la mayoría de edad.
Al día siguiente de su ejecución, se descubrió una enorme colección de pornografía infantil que estaba oculta detrás de un piano, así como fotografías en las que aparecía violado por un perro. Era un boxer...

03 julio 2008

Otro aviso importante

Para aquellos que tengan interés en leer la mencionada entrevista, no tienen, necesariamente, que sumergirse en la fastidiosa y siempre engorrosa tarea de revisar cada texto. Basta con ir al lado derecho y dar en la opción "noviembre 2007". Lo primero que aparecerá será la entrevista...

02 julio 2008

Aviso importante

Para aquellos que deseen leer la entrevista que le hice a Miguel Ángel Rodríguez, director de Alarma!, sólo tienen que revisar en las entradas antiguas y ahí la encontrarán con el título "La nota roja no inventa nada, la realidad es más terrible"...