07 marzo 2010

Hammett: un escritor violento y rudo

Juan Carlos Aguilar García
Diciembre de 1922 es una fecha clave para la historia de la literatura policíaca. Fue en aquel mes, de aquel año, cuando entre las páginas de la mítica revista Black Mask apareció un cuento titulado “El camino a casa” (The road home) de un tal Peter Collinson.
La historia destacaba de entre todas las que se publicaron en aquella edición, no tanto por la trama como por el lenguaje utilizado. Había algo en él que lo hacía diferente, algo que cautivó a los lectores desde el primer párrafo: eran esas frases callejeras, más rudas y violentas, que igualaban el modo en el que se expresaban los verdaderos gángsters, y que nunca antes se habían trasladado a un relato policíaco.
Acaso sólo Carrol John Daly, con su cuento “El falso Burton Combs” lo había hecho, pero nadie más. Digamos que el camino lo trazó Daly, pero quien verdaderamente lo exploró fue Collinson, el seudónimo de un escritor de 28 años, hasta entonces desconocido en el mundo editorial: Samuel Dashiell Hammett.
Hammett, además de volcar el lenguaje callejero en sus historias, tuvo el acierto de dotarlo de literatura de calidad. Las suyas, pues, no eran tramas efectistas —como muchas de las que se publicaron por aquellos años— sino obras literarias de primer nivel comparables con cualquier otra.
Con los primeros relatos de Hammett, no sólo se gestaba una obra imprescindible para entender el género negro, nacía también un nuevo modo de narrar el desorden social que se vivía en las calles. Los policías y agentes callaron, para dar la voz a los cínicos y arribistas, a los ladrones y funcionarios corruptos. Calló la ley y la intelectualidad de los detectives y por primera vez habló la ilegalidad y la calle.
Un escritor rudo
Pero, ¿quién era Dashiell Hammett hasta antes de publicar sus primeros relatos? En la adolescencia fue mensajero de los Ferrocarriles de Baltimore y Ohio, dependiente, mozo y obrero en una fábrica de conservas. A los 13 años dejó la escuela y tuvo que emplearse casi en cualquier cosa que le ofreciera un poco de dinero.
Por fortuna, sería uno de aquellos trabajos el que determinaría su posterior carrera de escritor: En 1915, a los 21 años, ingresó en la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton de Baltimore como investigador privado, en donde acumuló muchas experiencias que, por supuesto, luego vertería en sus novelas y cuentos.
De hecho, su Agente de la Continental que aparece en dos novelas y 28 cuentos está inspirado en el detective James Wright, que hablaba con un lenguaje duro y que se convirtió en un modelo para Hammett.
Después de laborar como detective durante tres años, se alistó en la Armada, sin embargo contrajo tuberculosis y obtuvo una licencia médica. La infección nunca desapareció del todo y durante el resto de su vida padeció esporádicos brotes de la enfermedad.
Una vez terminada la guerra, trabajó como publicista, no obstante pronto probó con una idea que le rondaba la cabeza desde hacía años: la literatura. El resultado fue una obra poderosa que definiría el modo de escribir novelas policíacas.
En palabras de Raymond Chandler, “Hammett era conciso, frugal y duro, pero hacía una y otra vez lo que sólo los mejores escritores pueden hacer unas contadas ocasiones. Escribió escenas que parecían no haber sido escritas jamás”.
Sus primeras publicaciones las realizó en Black Mask, lo cual era, sin duda, un muy buen inicio, pues era la pulp policíaca más prestigiosa de la época.
Los relatos que publicó a partir de 1922, luego los retomó para sus novelas. En total escribió cinco: Cosecha Roja (1929), La maldición de los Dain (1929), El halcón maltés (1930), La llave de cristal (1931), y El hombre delgado (1934).
Con las primeras dos, publicadas en febrero y julio respectivamente, consiguió no sólo el beneplácito de la crítica, sino los elogios de miles de lectores. Aún hoy, los especialistas consideran que son sus mejores novelas.
Después de leer sendas historias, todos esperaban una tercera igual de interesante y propositiva. Y no defraudó. Publicó la que es su obra más conocida: El halcón maltés, que al siguiente año fue llevada al cine por el director Roy Del Ruth, aunque la adaptación más celebrada es la que realizó John Huston en 1941, en la que el detective Sam Spade es interpretado por Humphrey Bogart.
Alcoholismo y muerte
Después vendrían dos novelas más que en nada desmerecen a las anteriores, y varios relatos cortos que fueron publicados en distintas antologías. Y después... algo insólito: Dashiell Hammett, quien gozaba ya de un enorme prestigio, no escribió una sola palabra más. Se silenció para siempre.
Durante la Segunda Guerra Mundial participó en el ejército como editor de un periódico militar y una vez terminado el conflicto bélico se asoció a una organización izquierdista. En tiempos del senador Joseph McCarthy fue perseguido y encarcelado, acusado de realizar “actividades antiamericanas”, al igual que su esposa, la dramaturga Lillian Hellman.
Hammett murió un 10 de enero de 1961 y por lo menos durante los últimos 15 años de su vida los pasó bebiendo alcohol en su casa. No le interesó escribir más, como si las ideas lo hubiesen abandonado. Al morir, Hammett fue despedido con honores en el Cementerio Nacional de Arlington. Y no era para menos. Con su desaparición física se cerró un importante capítulo en la historia de la literatura policíaca.
Actualmente, la Asociación Internacional de Escritores Policíacos otorga cada año el Premio Internacional de Novela Dashiell Hammett durante la Semana Negra de Gijón a la mejor novela policíaca escrita en español.

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Y esta otra: una imagen del Palacio de Bellas Artes... ¡¡Parece una pintura!!

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Una imagen que tomé en enero pasado. Se trata de las monedas que la gente deja en el sombrero de una "estatua viviente" ubicada en Motonilia, en el Centro Histórico...