20 mayo 2010

El realismo mágico de Ulises Licea

Juan Carlos Aguilar García
Todo es posible en el universo pictórico de Ulises Licea. Ahí no existen límites ni prejuicios, mucho menos mesura. Las extravagancias son tan comunes que retan toda lógica. El resultado: una realidad trastocada, hecha polvo.
¿Surrealismo? Él prefiere llamarlo “realismo mágico”. Pero nada importa, no al estar parado frente a uno de sus cuadros.
En uno de ellos, por ejemplo, se ve un gran bacanal, muy en el estilo de los que nos regaló el Barroco. Hasta ahí todo transcurre con normalidad... hasta que en un lugar de la mesa, en un rincón, se ve ¡un Gremlin! Y junto con el vino y el pan, cervezas Corona, latas de Coca Cola y hasta bolsitas de papas Sabritas.
Pero la sacudida apenas comienza. En sus cuadros lo mismo pinta un Cristo crucificado con un tatuaje de Bart Simpson en el pecho (también clavado en la cruz), que reinterpreta muy a su estilo el cuadro “Adoración de los Reyes Magos”, de Rubens, en el que desfilan desde muñecos de Superman y Buzz lighyear —el guerrero espacial de Toy Story—, hasta un vampiro de peluche sostenido por el Grinch; en el fondo, Santa Claus.
La lista de elementos discordantes incluye también a Sherk, Bugs Bunny, un Winnie Pooh nazi, Salma Hayek interpretando a Frida Kahlo, la Virgen María o modelos Versace, todos ellos insertos en escenarios que remiten a los evocados en las pinturas barrocas de principios del siglo XVII.
Pero, ¿qué dice el mismo Licea (Nezahualcóyotl, 1970) de este agradable desbarajuste entre lo clásico y personajes del mundo actual?
“Me divierte mucho hacerlo. La idea es retomar ciertas cosas, ciertos mitos, y contarlos a mi manera. No puedo entender ninguna expresión artística que no remastique o revomite todo lo que vemos. Para mí, la labor del artista debe ser contar la propia versión de los hechos.
Esa libertad de la que es dueño Licea, le permite realizar obras como “La penúltima cena”— inspirada por supuesto en la obra de Leonardo Da Vinci— en la que sustituye a los apóstoles por personajes actuales; o “Las pornomusas”, una pintura llena de elementos eróticos y cuerpos desnudos que comparten el espacio con una televisión a color en la que se ven Los Simpson.
Otro ejemplo es “Alegre arca de Noé” en la que cada una de las parejas de animales está copulando. “Es un arca —explica Licea— sin este aspecto pesado de la religiosidad, de lo súper sagrado e intocable. Yo lo veo como si fuera la audición de las parejas para acceder a la embarcación. Es un cuadro alegre, provocativo. Me hubiera gustado que así me hubieran enseñado la religión”.
— ¿Cómo podrías definir tus pinturas?
—Para mí, un cuadro es una burbuja de realidad, tiene una coherencia interna y al ser yo el responsable, la modifico hasta que considero que ha quedado de la mejor manera.
—Si bien bebes de prácticamente cualquier corriente, ¿quiénes dirías que han determinado tu trabajo?
—A mí me gusta la realidad mágica, la realidad misteriosa. Mis influencias son los pintores que en un nivel representan lo inaudito de la realidad. Me gusta mucho El Bosco y el pintor expresionista Francis Bacon. El primero reproduce mundos mágicos infrahumanos o en el submundo de la realidad. Bacon me gusta porque hace una especie de realidad descompuesta de la realidad social, ese aspecto del hombre que agoniza en su propio sufrimiento y enfermedad.
LA PINTURA ES MI VIDA
Tras 20 años de pintar profesionalmente y de haber exhibido su trabajo en varias muestras colectivas y una individual en el Museo de Arte Moderno del Instituto Mexiquense de Cultura, Licea ha alcanzado un estilo preciosista de un realismo muy fino que logra transmitir no sólo texturas, sino también estados de ánimo.
Pero el camino que ha recorrido no ha sido nada fácil. Recuerda que su primer contacto con la pintura fue a través de las revistas y las páginas de los periódicos. Ahí conoció a Salvador Dalí y Pablo Picasso, así como a los artistas mexicanos más representativos.
A los 12 años tomó su primera clase formal de dibujo, pero ya desde los cinco copiaba a la perfección las estampas de Walt Disney y las caricaturas. Por eso cuando a los 10 años vio su primera exposición, una dedicada a José María Velasco, lo primero que hizo fue comprobar si podía hacer algo semejante.
“Lo primero que hice fue comprar mis óleos, pero no sabía cómo diluirlos. Entendía que era con aceite, pero no sabía muy bien. Les puse aceite de cocina y claro, mi pintura nunca secó. Mejor se apestó y se llenó de cochambre, antes que secarse”.
Pero eso no lo detuvo. Lo volvió a intentar en las bases redondas donde colocan los pasteles y que él usaba como bastidores. Lo hizo una y otra vez, todos los días, sin descanso.
“En tiempos de escuela, los sábados y domingos eran maravillosos porque podía pintar todo el día. Si me enfermaba, también era una buena oportunidad para olvidarme de la escuela y pintar. La verdad es que la escuela me quitaba el tiempo. Hacía mis tareas, pero apenas hice lo necesario para poder regresar rápido al lienzo”.
Posteriormente tuvo la oportunidad de estudiar en el Centro de Estudios de Educación Artística del INBA (CEDART) y en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda.
Su pasión por la pintura es tal, que cuando por alguna razón no puede pintar, se carga una libreta y comienza a hacer bocetos. Si no tiene libreta, crea sus imágenes en la mente, mientras platica o ve la televisión. “Para mi no existen las vacaciones, fines de semana o Navidad, cualquier día es bueno para pintar”.
Y agrega emocionado: “Por mi manera en que me desarrollé en esto, la pintura es mi vida. Me pude haber dedicado a cualquier otra cosa y seguiría ejerciendo mi actividad pictórica. Para mí no fue un camino para alcanzar la fama o el reconocimiento, sino una actividad cotidiana de mi vida”. — ¿Cómo te defines tú mismo como artista?
—Me considero un personaje de nuestra era en la que vivimos una multi estimulación. Soy un personaje típico de la “pus-modernidad”. No me considero un artista postmoderno, simplemente pinto lo que veo.
En lo que pinto trato de representar mi aspecto emocional, el místico y hasta el sádico que llevo en el cuchillo. Es como sacar mis diferentes yo. Me gusta el color, pero también el blanco y negro, lo clásico, lo moderno, lo mexicano, lo extranjero, el humor y lo oscuro. Me gusta la televisión, el cine, las revistas y las bombas atómicas...