30 mayo 2011

Goce sangriento!

La sociedad humana es una sociedad cruel. Hay más crueldad que la que podríamos ver en la selva, entre animales feroces, que sólo matan para alimentarse y sobrevivir. El humano asesina por cuestiones ajenas a su nutrición o a su instinto de supervivencia. Mata por diversión. Un acto lúdico presente ya en la antigua Roma, para beneplácito de los miles de espectadores que se regodearon en aquel juego sangriento.
Diferentes expresiones artísticas han dado cuenta de este gusto por la violencia. Algunas pinturas religiosas que plasman flagelaciones y crucifixiones altamente cruentas son muestra de ello. Esa crueldad después sería retomada por el cine, que ha mostrado en pantallas gigantes y a todo color lo que debió haber sufrido Cristo en la cruz.
El investigador español Román Gubern dice en su libro “La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas” que “el sadismo es también fuente de goce. En el Museo de Basilea se conserva un flagelación pintada por Hans Holbein, que no oculta la erección del verdugo flagelador”.
Explica que el arte gótico en Europa produjo una gran galería de monstruos, producto de imaginaciones que deseaban causar terror y espanto. En este sentido, la fotografía y el cine se encontraban en desventaja pues debían recurrir a complicados trabajos de maquillaje para provocar una sensación semejante. De ahí, dice Gubern, el valor de una película como “Freaks” de Tod Browning, interpretada por monstruos auténticos.
SADISMO VOYEUR
Cada generación se ha sentido atraída por las grotescas imágenes de los cuerpos contrahechos que ahí aparecen. ¿Por qué? Gubern lo explica así:
“El hombre, y desde edad muy temprana, en ocasiones busca voluntariamente provocar la vivencia del miedo, como forma de gratificación personal. Piénsese en el niño que penetra asustado unos cuantos pasos en el cuarto oscuro como forma de juego excitante. Es una conducta que implica la búsqueda de una emoción violenta, cuyo placer es fronterizo con el placer erótico, tal como lo revela el cuadro de respuestas fisiológicas del sujeto (el escalofrío, por ejemplo, es una respuesta común al estímulo erótico y al miedo)”.
Agrega: “La muerte o el daño espectacularizados ante un observador constituyen la muerte o el daño del ‘otro’, que pueden suscitar su curiosidad morbosa, su compasión, su repulsión, su excitación placentera, o una mezcla de estos u otros sentimientos.
“Cuando estos sentimientos, a veces opuestos en estructura de ambivalencia, dan como resultado una vivencia gratificadora, entonces es legítimo referirse a un “sadismo vicarial”, a un sadismo voyeur, que es acaso el sadismo del tímido, del mirón, quien jamás sería capaz de efectuar en la práctica la acción cruel que contempla”.
En este sentido, el cine gore y las revistas centradas en la violencia gráfica cumplen una función terapéutica, debido a que el sujeto puede descargar sus pulsiones agresivas a través de estos medios, sin llegar a efectuarlos en la realidad.
Y no se trata de ningún modo de una apología de los crímenes que ocurren en la realidad. La mayoría de los espectadores de estos materiales violentos diferencia muy bien entre la ficción y la realidad. Está dispuesto a pagar por una película de terror y se siente engañado si no ve suficientes escenas de crímenes y asesinatos. Llega al extremo, incluso, de deleitarse con aquellas películas que en su exceso sangriento (litros y litros por dondequiera), caen en lo cómico.
En cambio, rehúye de los documentales que muestran asesinatos reales, escenas de guerra o suicidios. Muy pocos se deleitan viendo este tipo de materiales. Pero incluso en este caso, este tipo de material sirve como una válvula de escape. Al final se trata de sadismo voyeur.
Buena parte de la sociedad –que ha criticado injustamente estos productos culturales por ver en ellos una afrenta a las buenas costumbres y a lo llamado “políticamente correcto”– jamás se ha detenido un momento en pensar en su importancia social.
Al final se trata de una doble moral. Porque las imágenes explícitas que reprochan de publicaciones como “Alarma!”, las ven con agrado (a todo color y con repetición, por supuesto) en los noticiarios televisivos. Según ellos, unos se regodean en la sangre, los otros se informan. Al final, como hemos visto, niegan su deseo intrínseco por ver ese tipo de imágenes, y se niegan ellos mismos.
No se trata, de ningún modo, de que todos sean afines a ciertos temas y publicaciones. Eso no. Simplemente de ser justos con las aportaciones –y perjuicios– que cada producto tiene. (Juan Carlos Aguilar García)

19 mayo 2011

Narco noir!

“El género policiaco será el que defina a la literatura mexicana en las últimas tres décadas. Y es que, en términos literarios, es lo que se está escribiendo ahora en nuestro país y lo que están leyendo de nosotros fuera de México”, afirma en entrevista el escritor F.G. Haghenbeck.
“Si vamos a una librería y vemos las novedades, nos daremos cuenta de que la novela negra es el género que los autores están cultivando. En cuanto al extranjero, en Francia y Alemania nadie está leyendo de México otra cosa que no sea su novela negra”.
El mismo Haghenbeck es el mejor ejemplo de lo que dice: acaba de publicar El diablo me obligó (Suma de letras), una novela en la que reunió todas sus pasiones: las películas de Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, los cómics de Alan Moore y la música. “Me traté de alejar de los cánones de la novela negra. El resultado es una obra libre y disfrutable en la que no exorcicé a ningún demonio, fue puro gusto.
“Para mí hay dos tipos de escritores: los que escriben con letras, que cuidan que esté muy bien estructurada la gramática, y los que escriben con imágenes. Yo soy de los segundos, quizá porque vengo de escribir cómics”.
El diablo me obligó cuenta la historia de Elvis Infante, un ex convicto que se mueve entre las peligrosas y decadentes calles de East Side, Los Ángeles. Su forma de ganarse la vida es siendo “diablero” y sus clientes lo buscan para que capture demonios, querubines, ángeles caídos y demás seres sobrenaturales. Ahora está a punto de enfrentarse a un caso peligroso que pone en jaque su propia vida.
La historia se ubica en Los Ángeles, una ciudad con la que Haghenbeck tiene una relación de amor-odio: “Es una ciudad impersonal, fea, donde es difícil establecer relaciones. Podría ser una franquicia del infierno pero que a la vez se llama Los Ángeles; es el corazón del cine, pero lo único que no se ve ahí es el glamour que se evoca en las pantallas”, señala el también autor de Aliento a muerte y Trago amargo.
ANTÍDOTO
Respecto al género policiaco, dice que prefiere llamarlo “realismo mágico sucio” que sirve como espejo roto para mostrar la realidad que se está viviendo o como una metáfora de la violencia actual. “Es muy chistoso, pero cada vez que al país le va mal, al género negro le va bien. Durante el sexenio de Luis Echeverría, donde hubo una represión terrible, surgieron nombres como el de Paco Ignacio Taibo II, Juan Hernández Luna, Luis Spota. Es lo que se conoce como el neo-policiaco.
“Ahora, con esta nueva realidad que estamos viviendo, hay de nuevo un boom y hasta nuevas tendencias: el narco noir, con autores como Élmer Mendoza, Rogelio Guedea, Yuri Herrera y Martin Solares. Va a ser el género de las últimas tres décadas en México.
“Pero más que como reflejo, la novela negra sirve como antídoto para el país. Como dice Taibo II: ‘Me gusta leer novela negra mexicana porque ahí sí ganan los buenos. Ya nada más faltaba que en la literatura siguieran ganando los pinches malos’” (Texto y foto: Carlos Aguilar)