25 junio 2013

Metinides, el incansable

Trece costillas rotas, varias fracturas, lesiones en distintas partes del cuerpo y un infarto es el saldo, apenas el menos doloroso, que le dejó a Enrique Metinides su carrera de más de 50 años como fotógrafo policíaco.

El otro, el saldo más desagradable y que aún le punza en la cabeza como un piquete de avispa, es que vivió para el fotoperiodismo y se olvidó de sí mismo y de su familia. 

“Nunca pude estar con ellos. Todos los días trabajé día y noche, sin descanso”, dice Metinides ahora que han pasado casi dos décadas desde que tomó la última imagen para La Prensa, el periódico donde desarrolló prácticamente toda su labor como fotógrafo.

“Raramente dormí una noche entera”, insiste Metinides, quien además de acostumbrar irse a la cama vestido (por aquello de ganar tiempo por si ocurría una emergencia) solía rastrear todas las noches los percances de la ciudad de México con su radio de la policía.

Tampoco era extraño que luego de un doble turno, y a punto de conciliar el sueño, llegara una ambulancia a su casa -enviada por su propio periódico- para que fuera a cubrir una tragedia al otro lado de la ciudad.

Y ahí estaba de nuevo Metinides, en medio de la acción, sin un atisbo de cansancio, listo para afrontar cualquier situación de peligro. Metinides el imparable, el que siempre estaba en el lugar de los hechos antes que todos.

El drama bajo la lente del fotógrafo de la muerte...

Un retrato de Metinides tomado por alguno de sus compañeros lo define totalmente: se le ve en pleno salto, congelado en el aire, en medio de dos trenes descarrilados. Como si fuera una figura de acción, Metinides “jugaba” a ser intrépido. 

Con la adrenalina a tope y con el deseo de obtener la mejor imagen, a veces le resultaba difícil medir riesgos: dos veces estuvo a punto de morir –quemado y atrapado en el derrumbe de un edificio- pero se salvó de puritito milagro.


Un Metinides resignado que acepta su propio destino, afirma: “Podría seguir indefinidamente, sin un día de descanso. Algo ocurrirá, recibiré una llamada, a cualquier hora del día o de la noche, y contestaré, me vestiré y partiré. Nunca pude planificar unas vacaciones, ni un fin de semana fuera. Ni dedicar tiempo a mi familia. Trabajar para La Prensa no era una tarea que pudieras dejar a las seis de la tarde e irte a casa a cenar”. 

ESTÉTICA DE LA MUERTE

Metinides vive en el retiro, pero sigue sin descansar. Ya fuera del diarismo se ha dedicado a ordenar su archivo fotográfico, a colocarle su firma, y a vigilar el positivado de su trabajo, es decir, el proceso en el cual se traslada la imagen del negativo al papel fotográfico.

Y es que desde el 2000, cuando se publicó El teatro de los hechos -el primer libro que reunió su trabajo- su obra fotográfica sufrió una transfiguración: de ser simples fotografías de prensa de acontecimientos trágicos, se convirtieron en instantáneas poderosas, en las cuales no pocos especialistas de la imagen en todo el mundo hallaron rasgos artísticos.

Desde entonces, las fotografías de Metinides se instalaron en las galerías de arte más importantes de todo el mundo y únicamente aparecen en las páginas de los periódicos para ilustrar una nota sobre una nueva exposición o un reconocimiento.

Siempre presente en las peores tragedias.


Ni que decir de los libros. Recientemente se publicó uno más: 101 tragedias de Enrique Metinides (Blume), donde el propio autor seleccionó las que considera son sus mejores 101 fotografías.

Sobre la nueva percepción que hay sobre su trabajo, la especialista Trisha Ziff, responsable de la edición de este nuevo volumen, explica: “Las imágenes de Metinides forman ahora parte de un mundo nuevo, han pasado de ser dominio de la nota roja a las salas de las galerías de arte”.

Y más adelante: “Contemplamos sus fotografías y pensamos que hay bastante tristeza, tragedia y mala suerte como para agotar las energías y la curiosidad de cualquiera; suficiente para anhelar escapar del caos y la pena y no hacer ninguna fotografía más. Pero Metinides se ha mantenido ahí, en el epicentro. Y en lugar de querer olvidar, le apasiona recordar todos los detalles”.
"Ni te imaginas todos los muertos que vi", dice El Niño. 
DRAMAS HUMANOS 

También recientemente, Metinides recibió un homenaje en el mítico salón de baile “Los Ángeles”, en la ciudad de México, por parte de la agencia Cuartoscuro, dirigida por el reconocido fotoperiodista Pedro Valtierra.

Ahí, en ese ambiente nocturno, al que tanto está acostumbrado el “fotógrafo de la muerte”, recibió el reconocimiento “Cámara de Plata” por su trayectoria de más de medio siglo.

Se le veía contento, tranquilo consigo mismo y aún sin dar crédito a todas las cosas sorprendentes que vivió durante su carrera:

“Qué suerte mano, imagínate, ¡yo era un niño cuando el ‘Indio’ Velázquez me llevó a trabajar a La Prensa!”…

“Ni te imaginas todos los muertos que vi. Si los juntara, formaría montañas de cadáveres”…

“Una vez, te lo juro, presentí que se caería una avioneta y a los pocos minutos que se cae. Me llevé la exclusiva”…

“¿Y qué crees? Un día, gracias a mi fotografía, dieron con el asesino. No, mano, era fabuloso todo eso”…

Para Metinides la fotografía fue sólo un medio para conocer lo que verdaderamente le interesaba: las historias de vida de quienes aparecían en sus imágenes.   

Y ahí, rodeado por decenas de personas que admiran su trabajo, “El niño” Metinides no se aburre de recordar cada una de sus historias. También para eso es incansable. (Juan Carlos Aguilar García)      

05 junio 2013

Alarma!: más allá de la nota roja

Las Poquianchis, caso célebre 
En medio siglo de existencia, Alarma! ha traspasado las fronteras del periodismo policíaco y se ha insertado en la vida cultural de nuestro país. Muestra de ello son las múltiples influencias que este semanario ha tenido sobre escritores, periodistas, dramaturgos, cineastas y músicos.

Las creaciones son igual de diversas. Actualmente existen novelas inspiradas en casos revelados por Alarma!, siendo el más ejemplar el de Las muertas (1977), de Jorge Ibargüengoitia, crónica inspirada en la historia de Las Poquianchis. Además, existen canciones, cuentos, obras de teatro, pinturas o estudios sociológicos. 

EL MORBO ES LA NOTICIA

A 50 años de su surgimiento, la pregunta es una: ¿Cuál es el aporte de esta revista? Para el cronista Ignacio Trejo Fuentes su presencia es fundamental en el periodismo mexicano, pues se ha dedicado a registrar con profunda exactitud las tragedias que forman parte de la vida misma.

Dice Trejo Fuentes: “La nota roja no la hacen los periodistas, los editores o los dueños de los medios de comunicación. La nota roja la hace la vida. Es indispensable que se den noticias policíacas, porque la vida no es una fiesta, la vida no es color de rosa. Así que ni modo: los periodistas debemos estar ahí y registrarla”.

Luego se pregunta a sí mismo: “Porque, ¿qué es el periodismo? El periodismo es un registro diario del palpitar del mundo. El análisis, la editorial o la interpretación, son otra cosa. El periodismo, y esto es claro, se finca en la nota informativa, y la nota, para bien o para mal, se finca en actos terribles.

“A mí no me importa que un pastorcito encontró un arco iris en Nueva Zelanda. Pero si me dicen que en Nueva Zelanda asesinaron a una niña de 13 años después de haberla violado, eso es noticia, causa morbo. El morbo, como la vida, es la noticia”.

KITSCH DE LA MUERTE

Para el novelista y cronista Fabrizio Mejía Madrid, la importancia de Alarma! radica en que creó toda una estética en torno a cómo presenciamos la muerte. Se convirtió, en palabras de Mejía Madrid, en un marco de referencia de lo tétrico.

“Considero que Alarma! tuvo una presencia cultural muy importante a la hora de procesar, digamos, los cadáveres, y la nota roja. Tan importante como las fotografías de Enrique Metinides, quien también durante 50 años nos enseñó cómo se ve un muerto. 50 años de Alarma! me parecen de una importancia crucial, que llegó al rock de la mano de Botellita de Jerez o a la historieta con Hermelinda Linda.

“Una especie de kitsch de la muerte que en ese entonces, hace 50 años, estaba tan alejada de nosotros y hoy, lamentablemente tan cerca. Y es que hoy, después de todo lo que ha pasado en el sexenio de Felipe Calderón, esta importancia cultural ha perdido peso. Los cadáveres se ven por todos lados. Se volvió cotidiana la muerte, tanto como el prefijo “narco”: la narcofosa, el narcocrimen.

Sobre la estética de la muerte, el autor de Disparos en la oscuridad abundó: “La estética de la muerte es una estética muy vieja, muy antigua, donde, digamos, el encuentro con las vísceras, los cadáveres y los esqueletos es un asunto de verte con tus iguales. También tiene que ver con la manera de relacionarnos con la tragedia. Lo que nos iguala en la suerte, en el destino, es la muerte. Mientras no te pase a ti, te exorcizas y te congratulas”. 


Respecto al caso de Las Poquianchis, caso célebre de Alarma! que dejó boquiabierto a la sociedad mexicana, señaló: “Ese caso es muy significativo porque es nuestro A sangre fría de Truman Capote. Es a lo que podíamos aspirar en ese momento, con eso policías, con esos jueces, con esos testigos comprados. No es el origen, pero sí uno de los inicios de la crónica policiaca en nuestro país”. (Juan Carlos Aguilar García)