En
1976, en Nueva York, los apasionados al cine gore quedaron enganchados a la publicidad de una extraña película
que prometía lo que ninguna: “La cosa más sangrienta que jamás haya pasado
enfrente de una cámara”.
Animados
por la oferta, muchos de ellos decidieron entrar a la sala.
No lo hubieran
hecho. El gozo se convirtió rápidamente en pesadilla al percatarse del grado de
violencia del filme. Terminaron asqueados y aborreciendo lo que acababan de
ver.
Según
sus propias palabras, lo espeluznante de la cinta no se encontraba en los litros
y litros de sangre, sino en el asesinato real que ahí se cometía. Se trataba de
la película Snuff, dirigida por el
matrimonio Michael y Roberta Findlay -en colaboración con Horacio Fredriksson y
Simon Nuchtern- que rápidamente empezó a ser comentada en los circuitos underground.
Nadie
daba crédito. ¡Un asesinato real dentro de la cinta! Con este hecho iniciaba
una de los mitos cinematográficos más terribles: el llamado cine snuff, que parte del hecho de que se
asesinan a personas enfrente de una cámara, con el fin de comercializar el
material.
En
la actualidad, 36 años después de haber surgido el mito, aún hay algunos incrédulos
que se esmeran por perpetuar esta idea. Aseguran tener conocimiento de los
lugares donde es grabado este tipo de material: que si en una zona selvática de latinoamérica, en
una playa virgen en Tailandia o en la mansión de un rico excéntrico.
Lo
cierto es que hoy en día, especialistas del mundo entero coinciden en una cosa:
todo fue una invención creada a partir de una ingeniosa campaña publicitaria
que aseguró numerosos billetes para su creador.
ARDID PUBLICITARIO
Jorge
Grajales, experto en subgéneros “despreciados” –entiéndase el cine gore, slasher (de asesinos en serie) o de zombies- y responsable desde
hace más de una década del ya mítico cineclub del Centro Cultural José Martí,
señala de manera contundente: “El cine snuff
no existe. Curiosamente es uno de esos mitos que el mismo cine se ha encargado
de alimentar y retroalimentar”.
Y
hace un poco de historia: “La polémica empezó a mediados de los setenta cuando
se decía que en algunos pequeños cines porno de la calle 42 de Nueva York, se
proyectaban algunas películas en las que al final asesinaban a la protagonista.
El rumor se empezó a difundir hasta que se convirtió en una leyenda urbana,
porque hasta entonces nadie lo había podido verificar.
“Con
todo ese barullo que se estaba armando, el productor Allan Shackleton vio una
buena oportunidad para ganar dinero. Al borde de la banca rota, pudo comprar
una película que el matrimonio Findlay —conocido dentro del mundo underground por realizar películas de
extrema violencia— filmó en Argentina en 1971, basada en la matanza perpetrada
por la secta de Charles Manson. La cinta era tan mala que jamás se estrenó.
“Shackleton
le agregó una escena final en la que se ve cómo el supuesto director, una vez
terminada la filmación, intenta tener sexo con la sonidista. Al ver que la
cámara sigue encendida, ésta lo rechaza. Entonces el director comienza a
golpearla, le abre el estómago y le saca las tripas. Segundos después la
pantalla se va a negros, mientras se escucha que alguien pregunta: ‘¿Alcanzaste a grabar
todo?’, mientras otra voz responde: ‘Sí, lo tengo. Vámonos de aquí’”.
Al
final, no aparece ningún crédito, lo que refuerza la idea de que lo que se está
viendo es verídico. Además, cambió el nombre de la cinta. De Slaughter (masacre) a Snuff (utilizado en su acepción de matar).
En
el cartel publicitario aparecía el dibujo de una mujer ultrajada con las
siguientes afirmaciones: “Snuff, la
película que sólo pudo haber sido hecha en sudamérica, donde la vida es
BARATA”, y “La película que decían nunca sería estrenada”.
Luego
de intensas investigaciones, Shackleton tuvo que aceptar que todo fue un
montaje y que no se había lastimado a nadie durante la filmación.
También
se habló de algunas grabaciones que el asesino en serie David Berkowitz, bautizado
como El hijo de Sam, realizó en 1977
con algunos de sus crímenes, con fines netamente comerciales. No obstante, hasta
ahora nadie ha podido comprobar nada.
Ese
mismo año apareció la cinta Last house on
dead end street (La última casa del callejón sin salida), de Roger Michael
Watkings, en la que se ve cómo mutilan a una mujer en una mesa de operaciones.
Se trataba de otra cinta de violencia extrema, aunque sin muertos reales.
SEUDO SNUFF
Pero,
¿no es ser demasiado benevolente con el ser humano al creer que no existe el
cine snuff? Muchas son las voces que
dicen que cualquiera con una cámara en mano podría hacerlo. Tal vez sí, pero
entonces se estaría hablando de cualquier otra cosa menos de cine snuff.
En
este punto, Grajales es claro: “Cuando se habla de la existencia del cine snuff, se habla también de una
industria, en la que se busca a personas para matarlas frente a una cámara,
para después hacer un negocio con esas imágenes. De eso se trata justamente”.
Hay
una diferencia, por ejemplo, con los psicópatas que han grabado sus asesinatos
en video, para después deleitarse viéndolos una y otra vez. No es snuff porque no fueron hechos para
comercializarse. En el caso inverso, están las muertes que son capturadas por
la cámaras de televisión, con las cuales muchas veces se lucra, pero que de
ningún modo propiciaron la tragedia para su registro.
Tal
es el caso de imágenes de guerra, tortura, rituales caníbales, accidentes
automovilísticos, incendios, etcétera. Este tipo de “chocomentales” pertenecen
al subgénero conocido como Mondo, en
el que se encuentran títulos como las italianas Perro Mundo o la famosa serie de Trauma.
“Lo
más cercano al snuff, quizá, ocurrió
hace como algunos años, en China. Un grupo de muchachas vestidas con trajes
provocadores filmaban asesinatos de animales y lucraban con ello. Sin embargo,
hubo una investigación y al final dieron con la mujer que hacía esto. ¿Por qué
no pasa lo mismo con la industria del snuff?
Simplemente porque no existe”.
En
estas tres décadas se han proyectado también cintas seudo snuff como Cannibal Holocaust,
de Ruggero Deodato, y la serie japonesa Guinea
Pig, pero nada más.
El
director de cintas hardcore, Frank Henenlotter, quien ofreció un millón de
dólares a quien le llevara un verdadero producto snuff, tendrá que seguir esperando...
—Así que la gente tendrá que conformarse con
cintas seudo snuff…
—Yo
no sé qué más quieren. En cualquier puesto de periódicos pueden ver la revista Alarma! y enterarse de decenas de tragedias
con la prosa tan bonita con la que presentan los casos. O en la televisión, con
videos como el de Aguas Blancas o los linchados de Tláhuac. Todos esos videos
sí que lindan con el verdadero snuff.
2 comentarios:
Aver aver, se puede integrar las peliculas de saw, en que genero, snuff o gore, tu como ves? Recuerdas una pelicula japonesa, donde el protagonista, era dueño de un restaurant, donde se servia carne humana. La vimos en un maraton de cine gore. Recuerdas!
Películas sangrientas como Saw y anexas (incluida la serie Guinea Pig, que vaya que es ultra violenta) pertenecen al género gore. En todas ellas existe una enorme producción detrás, con actores interpretando su papel con base en un guión. Estos filmes tienen además un trabajo de distribución y venta muy bien establecido. Y lo más importante, nadie sale lesionado.
La premisa del cine snuff parte de dos cosas: que se cometan asesinatos reales y que el material se comercialice, que haya una industria, pues. Hasta el momento nadie en ninguna parte del mundo ha detectado una industria de estas características.
La película que refieres, i no mal recuerdo, pertenece justamente a la serie Guinea Pig
Saludos
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