03 noviembre 2011

¡La dama de hielo!

El hedor es insoportable en aquel viejo sótano. Casi en automático te llevas las manos a la nariz y la boca, pero de poco sirve. El estómago se te revuelve y el vómito quema tu garganta. Tus ojos lloran… tus ojos buscan. Y encuentran en esa abultada bolsa negra lo que menos te imaginas: un trozo de pantorrilla y una cabeza humana. Escalofriante. Tétrico. Sales huyendo a tropezones.
Fuiste a arreglar una tubería y te encontraste con la muerte en su peor expresión. Se trata de uno de los crímenes más sórdidos en la reciente historia criminal de Viena, en Austria. Pero eso, ni tú ni la policía local lo saben. No ese seis de junio de 2011.
Los restos del sótano significan apenas la primera pieza de este rompecabezas macabro. Las próximas horas serán de conclusiones alarmantes. Lo peor está por venir.
VIUDA NEGRA
El sótano, ubicado en el número 1 de la calle Oswaldgasse, en el distrito vienés de Meidling, recuerda a los que aparecen en las películas de terror. Las paredes deterioradas –con problemas de humedad– apenas se pueden ver con esa iluminación lúgubre. En el piso hay polvo de años.
Todo fuera como eso. En un pequeño rincón, una bolsa y dos congeladoras. La policía sabe lo que hay, sólo es cuestión de hacerlo oficial y proceder como se hace en estos casos. No hay sorpresas: ahí está la pantorrilla y la cabeza. Y en las congeladoras, una carnicería: pedazos de cuerpos humanos que fueron cubiertos con cemento.
A un lado, otra pieza de este rompecabezas: dos rifles con mira telescópica, un bolso de mujer con una pistola adentro y herramienta. No se requirió demasiada pericia policial para dar con el nombre del principal sospechoso, en este caso mujer: Goidsargi Estíbaliz Carranza, de 32 años de edad, española, aunque de origen mexicano, quien llegó a Viena en 2006.
Justo arriba del sótano, Carranza tiene su nevería Schleckeria y eso la pone en la mira de la policía. A esto se agrega el bolso de mujer con el arma. Por el momento son sólo sospechas, pero pronto su situación cambiará para siempre.
Y es que la cabeza pertenece a Holger Holz, quien se borró del mapa en 2008 y que fue, ni más ni menos, esposo de Carranza. La identificación fue visual. En cuanto a los restos de la congeladora, son de otro hombre. Luego de un análisis de ADN, se supo que eran de Manfred Hinterberger, quien fue novio de Carranza y que desapareció misteriosamente en noviembre de 2010.
Fácilmente, la verdad estaba saliendo a la luz. Y aquí la otra pieza, la principal: Estíbaliz Carranza ya no era sospechosa… era la asesina… ¡la viuda negra!
FRÍA Y CALCULADORA
Las investigaciones policiales señalaron que la Dama de Hielo –como fue catalogada por la prensa– les disparó en la cabeza: a Holz, mientras estaba frente a la computadora; a Hinterberger, mientras dormía. Después descuartizó en el mismo departamento ambos cuerpos con una sierra eléctrica; finalmente llevó los restos en bolsas de plástico hacia el sótano. Para el martes siete de junio, la policía había girado una orden de aprehensión contra Carranza, quien apenas se enteró, salió huyendo del país.
Primero sacó todo el dinero de su cuenta de ahorros y la cerró. Apagó su celular para no ser identificada y luego compró un boleto de avión a París. Los policías la esperaban en el aeropuerto, pero Carranza nunca llegó. El boleto era un señuelo: en realidad abordó un taxi rumbo a Italia. Estando en la ciudad de Cavazzo, reservó un cuarto de hotel a su nombre. Sin embargo, lo abandonó antes de lo previsto. Tuvo suerte, pues la policía llegó momentos después.
Entonces, tomó un tren hacía Udine, donde conoció a un músico callejero que le dio alojamiento. Para ese entonces, se había pintado el cabello y las cejas de rojo, lo cual sirvió de poco, pues su imagen ya estaba por todos lados. Al ver su retrato en la televisión, el músico no dudó en dar aviso a la policía. Luego de tres días de persecución, el viernes 10 de junio por la mañana, la Dama de Hielo fue arrestada.
FIRME COMO ESTATUA
Tras su aprehensión, Carranza reconoció los dos asesinatos, pero aclaró que lo había hecho por las agresiones físicas y psicológicas que recibió de sus dos parejas. Lo que más sorprendió a las autoridades fue la frialdad con la que narró sus crímenes, de ahí el alias que le puso la prensa, que también hace alusión al hecho de que manejaba una heladería.
Extrañamente, la única preocupación de Carranza al momento de su detención era la opinión que tendría de ella su actual pareja, con quien comenzó a salir en enero de este año. Durante su huida, intentó hacerle llegar una carta en la que le pedía que se hiciera cargo del negocio, pero nunca pudo recibirla. Una vez detenida, él intentó visitarla donde la tenían recluida, pero las autoridades le negaron el acceso.
Con las pruebas en la mano, las autoridades de Viena han solicitado la extradición a la policía italiana, a la vez que han comenzado a preparar el juicio. Su pena podría ir de los 20 años a la cadena perpetua. Un ingrediente más le agrega dramatismo a esta historia: la dama de Hielo está embarazada. Tiene diez semanas de gestación y muy seguramente cuando nazca su bebé, estará apenas iniciando su condena. Hasta ahora, ni eso la ha doblado. Ella se mantiene firme como una estatua.
Sus vecinos, que la recuerdan como una mujer sonriente, trabajadora, amable y “muy bella”, no reconocen a la mujer que ven en la televisión. Uno de ellos, dijo: “La cara que vemos ahora tiene mucha frialdad, que te dice que no podrías hablar con ella; da miedo". Las imágenes no mienten. Su rostro incomoda, asusta, y pocos podrían sostenerle la mirada. (Juan Carlos Aguilar García)

02 noviembre 2011

¡Voces extrañas!

Cuando Adelfo, hoy de 13 años, sea un hombre viejo y tenga un pie en el umbral de la muerte, cuando su agonía esté llegando a su fin y esté listo para partir, en ese instante, único e irrepetible, Adelfo vivirá de nuevo la pesadilla…
Como ha ocurrido cada noche, cuando sus delirios se desatan y revolotean encima de su cabeza. La misma imagen una y otra vez: él y su hermano Alejandro corren por el monte. Es de madrugada y está muy oscuro. Lo único que ven detrás de ellos, a muy poca distancia, es a aquel hombre desquiciado que los persigue con un machete. Lo único que ven es a su padre que quiere asesinarlos…
Al final, Adelfo y Alejandro, de 11 años, resultaron ilesos. Tras permanecer escondidos alrededor de una hora, lograron burlar a su progenitor. Luego de asegurarse que no había peligro, pidieron ayuda a una vecina, quien al ver el deplorable estado en el que se encontraban los niños se imaginó lo peor.
La maltrecha apariencia de Adelfo y Alejandro era un reflejo de lo que ocurría con sus tiernas mentes, que desde entonces quedaron perturbadas.
"El niño tocó la puerta para pedir auxilio. Dijo que su papá había golpeado mucho a su mamá con un machete y que él tuvo que esconderse en el monte porque su papá lo venía correteando", contó la vecina Elizabeth Rangel Mar, quien dijo que pese a la urgencia, nadie tuvo valor para ir a la hacienda a esas horas de la madrugada del pasado sábado 29 de octubre.
RELATO TRÁGICO
Fue hasta las siete de la mañana cuando las autoridades acudieron a la hacienda, ubicada en la colonia Agropecuaria El Ojasé, a unos 20 kilómetros al norte de la cabecera de Salinas Victoria, en Nuevo León.
La familia, originaria de Xilitla, San Luis Potosí, vivía desde hace dos años en un cuarto que le proporcionaba el dueño de la finca que cuidaban.
El hallazgo fue espeluznante. No obstante que ejemplos de crímenes sanguinarios sobran en el país, nada comparable con lo que presenciaba la policía. ¿Qué diablos había ocurrido en ese lugar? El mismo autor de la masacre tendría las fuerzas para narrar todo a detalle.
Todo comenzó un día antes, el viernes 28, cuando la policía municipal detuvo a Roberto Morales Gómez, de 38 años, por agredir a su esposa. Sin embargo, algunos minutos después fue liberado a petición de la golpeada mujer.
No pasaron ni doce horas cuando Roberto comenzó a herir de nuevo a su esposa, sólo que esta vez su furia llegó a más y no dudó en ir por su machete. Comenzó la masacre. Uno, dos, tres… veinte cortes asestó a su esposa Guillermina Hernández Ortiz, de 30 años. Luego de terminar con ella, fue al cuarto donde estaban tres de sus cinco hijos.
A Israel, de nueve meses, lo intentó estrangular, provocándole un traumatismo craneoencefálico y un sangrado alrededor del cerebro. A Mariana, de dos años, la tundió tanto a golpes que le provocó una fractura craneal, mientras que Alberto, de seis años, presenta traumatismos múltiples.
Después intentó asesinar a Adelfo y Alejandro, quienes huyeron de la casa. Los persiguió por el monte y hubo un momento en el que estuvo a punto de darles alcance –vio como huían desesperados– pero al final lograron huir.
VOCES EXTRAÑAS
En su relato, Roberto aseguró que estaba maldecido, que una fuerza oculta lo llevó a acabar con su familia. Aturdido por todo lo que la voz le ordenaba, intentó suicidarse hiriéndose con su machete en el cuello, el tórax y el abdomen. Sólo quedó herido y al final fue internado en el Hospital Universitario.
Roberto fue intervenido quirúrgicamente y permanece grave, igual que sus tres pequeños hijos. En el estudio médico que le realizaron a este jornalero, se le diagnosticó esquizofrenia, con lo cual se explica “el embrujo” que padecía, según sus propias palabras.
Al final de su macabro relato, Roberto les dijo a las autoridades que él quería mucho a su familia, pero que decidió matarlos para que nadie en este mundo les hiciera daño.
No mentía, en verdad los amaba, sólo que quiso protegerlos de peligros que sólo existían en su mente enferma…
ALUCINACIONES, DELIRIOS Y TRANSTORNOS...
La esquizofrenia es un diagnóstico psiquiátrico en personas con un grupo de transtornos mentales, crónicos y graves, caracterizados por alteraciones en la percepción de la realidad. Una persona con esquizofrenia, por lo general, muestra un lenguaje y pensamientos desorganizados, delirios, alucinaciones, transtornos afectivos y conducta inapropiada.
Algunos estudios sugieren que la genética, defectos durante el neurodesarrollo, el entorno durante la infancia o procesos psicológicos y sociales son factores importantes que pudiesen contribuir a la aparición de la esquizofrenia, aunque a ciencia cierta nadie lo sabe. Ciertos medicamentos y el uso recreativo de drogas parecen causar o empeorar los síntomas.
Debido a que este padecimiento incluye varios trastornos y no uno solo, en 1908 el psicólogo suizo Eugen Bleuler sugirió la palabra “esquizofrenias” para referirse a una división de los procesos psíquicos consistente en la pérdida de correspondencia entre el proceso de formación de ideas y la expresión de emociones.
Los síntomas iniciales son sentirse irritable o tenso, dificultad para dormir y dificultad para concentrarse. A medida que avanza la enfermedad, se presentan problemas con el pensamiento, las emociones y el comportamiento, como falta de emoción (afecto plano), creencias o pensamientos falsos que no tienen nada que ver con la realidad (delirios), escuchar, ver o sentir cosas que no existen (alucinaciones), tener un pensamiento desordenado y aislamiento social.
Los médicos diferencian al menos tres tipos de esquizofrenia. La “paranoide” en la que el paciente muestra ansiedad, enfado y delirios; la “desorganizada”, en la que el paciente tiene problemas para pensar y expresar ideas, además de que muestra poca emoción y tiene un comportamiento infantil; y la catatónica: en ella hay poca actividad, los músculos y la postura están rígidos y llegan a tener expresiones faciales extrañas. No suelen reaccionar mucho hacia otras personas. (Juan Carlos Aguilar García)

25 octubre 2011

"¡No disparen! ¡No disparen!"

“¡No disparen! ¡No disparen!”, suplica Muamar el Gadafi a los miembros del Consejo Nacional de Transición (CNT) que lo conducen entre empujones a una camioneta para trasladarlo a Sirte. Golpes y jaloneos. Excesivos para un viejo insignificante que lleva el rostro abatido y heridas graves en la cabeza y el estómago.
“¡No disparen! ¡No disparen!”, repite aquel soldado de hierro, quien durante 42 años –tiempo que duró su dictadura en Libia– mostró su lado más despiadado. Lo grita una y otra vez aunque sabe que todo es inútil. Es hombre muerto. Como las miles de víctimas para las que solo tuvo dos cosas: oídos sordos y respuestas de plomo.
Todo ocurre muy rápido. En el video que le ha dado la vuelta al mundo se observa una felicidad sin límites: ¡se ha atrapado al dictador! Pero Gadafi va aturdido, con hemorragias importantes, un detalle que nadie advierte. Las imágenes terminan ahí. En otro video el dictador ya aparece muerto…
Es entonces cuando el hombre más buscado se convierte en un trofeo. La euforia se va al cielo y los rebeldes no dudan en cambiar las ametralladoras por sus camaritas digitales. Hay que perpetuar el momento. Consignas de victoria y un sentimiento real de felicidad. Las imágenes no dejan de ser perturbadoras.
CAÍDA DE UN REY
Pero, ¿cómo sucedió todo esto? ¿Cómo uno de los hombres más poderosos de África, el auto proclamado “Rey de Reyes”, el gran tirano, el déspota extravagante, el indestructible, acabó así? Como el viejo enclenque con el que todos quieren tomarse una fotografía…
Para efectos dramáticos, puede ser que lo peor haya estado incluso un poco antes, cuando Gadafi –el millonario más exquisito y caprichoso, el hombre de los mil disfraces y gafas oscuras– permanece escondido en las viejas tuberías de un desagüe. Atrapado por el pánico y, definitivamente, queriendo huir de Sirte (algo a lo que se había resistido hasta que comprendió que todo estaba perdido), el gran dictador teme por su vida por primera vez.
No sabe qué hacer, como tampoco lo saben los cincuenta fieles hombres que lo siguieron hasta el final, y que también terminaron abatidos cuando los rebeldes, en un golpe de suerte, dieron con Gadafi.
Según la primera información que se difundió, fue un rebelde de unos veinte años quien dio con el dictador; un joven rebelde con un detalle que no deja de ser irónico: traía una gorra de los Yankees de Nueva York. El enemigo número uno de Gadafi, Estados Unidos, presente hasta en los minutos agónicos de este hombre.
Lo que ocurrió después de su muerte no fue menos dramático. Acabó tirado en el suelo –totalmente desnudo y apenas cubierto por una sábana negra– en un congelador de mercado. Durante cinco días, miles de libios visitaron el frigorífico para tomarse una fotografía con el muerto, en un intento por perpetuar por siempre esta “gran victoria”.
Pese al hedor que comenzaba a despedir el cuerpo, la población seguía sonriendo junto al cuerpo para tomarse la mejor foto y el mejor video. Horas después, cientos de fotografías y videos circulaban en YouTube, algo que Gadafi jamás pudo imaginarse.
Pese a la baja temperatura, el cuerpo no aguantó más y llegó al borde de la pudrición. Así que rebeldes decidieron enterrar al ex líder libio en una ceremonia sencilla, que fue llevada a cabo por clérigos musulmanes en el desierto. Su hijo, Mutassim, quien también permanecía en el congelador, fue enterrado en la misma ceremonia.
Y la pregunta revolotea aún en la cabeza: ¿Cómo un hombre con ese temple, que siempre exigió a sus hombres morir peleando, acabó atrapado por el terror, suplicando por su vida? Son dos Gadafis irreconciliables. Uno hubiera pensado que grabaría un video (ahora que la imagen vale tanto) en el que expondría su verdad y que el broche de oro sería su suicidio frente a la cámara. Al final, acabó como el peor de los cobardes, clamando por su vida.
LAS OTRAS VÍCTIMAS
Ahora los rebeldes festejan, ríen y brincan de felicidad. Gritan a los cuatro vientos que Libia, por fin, es libre. Todos se abrazan como hermanos, como hijos de un solo padre. Pero ¿por cuánto tiempo?
Cientos de hombres que eran cercanos a Gadafi y que ahora permanecen en prisión, han denunciado terribles torturas, maltrato y golpes. No podría ser de otro modo. Tanto los oficialistas como los rebeldes aprendieron los mismos métodos. No hay santos. ¿Quién podría negar que en este momento un futuro dictador celebra con una bandera libia?
El mismo Gadafi alguna vez lo hizo cuando en 1969 derrocó, en un golpe de Estado, al enfermo rey Idris. Como escribió Francisco Peregil en el periódico El País:
“Los vencedores de la guerra tendrán que aprender a respetar a quienes, con todo el derecho del mundo, sigan expresándose a favor de Gadafi. Hasta ahora, la victoria ha ido acompañada de represalias y venganzas. (…) El gran reto de los rebeldes ahora es olvidar todo lo que aprendieron de sus torturadores”.
Es buen momento para que los libios se detengan un momento e intenten cambiar el rumbo; para que comprendan que el tiempo de los grandes dictadores está llegando a su fin…
(Juan Carlos Aguilar García)

12 octubre 2011

Te perdono -Noel Nicola- letra

Te perdono el montón de palabras que has soplado en mi oido desde que te conozco.
Te perdono tus fotos y tus gatos, tus comidas afuera, cervezas y cigarros.
Es más, te perdono andar como tu andas, tus zapatos de nube, tus dientes y tu pelo.
Te perdono los cientos de razones, los miles de problemas, en fin te perdono no amarme.
Lo que no te perdono es haberme besado con tanta alevosía, tengo testigos: un perro, la madrugada y el frío.
Y eso sí que no te lo perdono, pues si te lo perdono seguro que lo olvido.

Te perdono - Noel Nicola- video

11 octubre 2011

¡Hotel!

Les comparto una fotografía que tomé de un hotel ubicado en la colonia Obrera.

10 octubre 2011

¡El narco en México!

Más de 50 mil muertos, dos profundas crisis –una política y otra económica– y un tejido social hecho pedazos. Ese es el saldo, hasta ahora, de la guerra que el presidente Felipe Calderón emprendió contra el narcotráfico desde el primer día de su gobierno en diciembre de 2006.
Y apenas viene lo peor. En opinión del periodista Ricardo Ravelo, autor del libro El narcotráfico en México. Historia e historias de una guerra (Grijalbo), “no estamos ni en la fase intermedia de esta lucha. Se trata, más bien, de su inicio… y la verdad es que ha empezado muy mal”. Tras reflexionarlo un poco, afirma convencido:
“Esta tarea no es de un sexenio, más bien es una tarea a un muy largo plazo que inició mal, con muchos tropiezos. Los operativos en su momento fueron duramente cuestionados por la falta de estrategia en la persecución de las organizaciones y de los delitos que se han ido cometiendo. El resultado: una gran diversificación de actividades del narco, que además ha logrado reposicionarse en el país y crecer hacia otros territorios internacionales.
“Así que el presidente tendrá que responder a una pregunta: ‘¿Qué fue lo que combatió en cinco años?’ Porque lo que hemos visto es que el narcotráfico ha crecido. Cuando comenzó su gobierno había ocho cárteles y hoy, a cinco años de distancia, hay cinco más: El cártel del Pacífico Sur, Los Templarios, La Resistencia, Guadalajara Nueva Generación y La Mano con Ojos.
“Y lo peor de todo es que hacia Centro y Sudamérica el narco creció mucho. Por lo menos hay cuatro organizaciones que se conocen muy bien desde Colombia hasta México y que tienen el dominio del transporte de la droga, que son La Familia, Sinaloa, Los Zetas, y el Cártel de Tijuana, que, dicho sea de paso, también es una organización con mucha presencia en Europa. La guerra terminó fortaleciéndolos”, señala Ravelo.
RADIOGRAFÍA CRIMINAL
En estos últimos cinco años, muchos son los nombres de los capos, cárteles y funcionarios que se han sumado a esta radiografía criminal. Son tantas las referencias que es muy fácil que el lector se pierda entre tanta información. Esa razón motivó a Ravelo a hacer un recuento de lo que ha ocurrido en el último lustro, pero con una mirada retrospectiva.
“Es un tema que hay que estar actualizando constantemente. La velocidad con la que ocurren los hechos, prácticamente nos hace perder la memoria de buenas a primeras, de dónde estamos parados y porqué. Ante estas confusiones que de pronto surgen en la gente, se impuso la necesidad de hacer una revisión con una mirada retrospectiva.
“Por más de una razón se decidió partir de los escándalos de corrupción que privaron en el sexenio de Ernesto Zedillo, que no quiere decir que no los hubiera con Carlos Salinas de Gortari ni con Miguel de la Madrid. Pero la parte más elocuente de la infiltración del narco en el poder se da escandalosamente con Zedillo”, afirma el también autor de “Osiel. Vida y tragedia de un capo”, quien detalla:
“Hay dos hechos que dan cuenta de ello. Uno es la detención del General Gutiérrez Rebollo; y la otra es todo lo que ocurrió en el entorno de Amado Carrillo y las negociaciones con el ejército para que se le dejara de perseguir. Un hecho en el que no quedó claro qué pasó. El hecho es que a partir de ello se da otro escándalo de la narco política: el caso Mario Villanueva. “Entonces partimos de esto y nos damos cuenta que con Fox las cosas no fueron diferentes. Se intentó combatir el narco, pero con una estrategia muy suelta, quizá más enjundiosa que real, porque no hubo una estrategia concreta de combate. Lo que sí llama la atención es que el ejército comienza a tener una participación más protagónica en estos eventos, pero ya con Fox la situación de la penetración del narco en la estructura de poder empezó a ser muy significativa y no advirtieron que esto iba a convertirse en una verdadera crisis para el país”.
ERROR ESTRATÉGICO
De ahí que –explica Ravelo– cuando Felipe Calderón toma las riendas de la presidencia, el diagnóstico da cuenta de una fuerte presencia de narcotráfico en muchos territorios. No es gratuito que plantee como primer eje de su cruzada el rescate de los espacios públicos y de convivencia social.
“Esto traducido en los hechos quiere decir que Calderón comenzó a gobernar prácticamente con un poder paralelo en el país, en este caso el narcotráfico, ya muy bien posicionado en el territorio mexicano. Posteriormente quedó muy claro que no solamente era una disputa política, sino también una disputa por territorio y poder.
“Había un grupo delincuencial entreverado con la clase política que estaba ejerciendo poder e incluso un cogobierno en muchas demarcaciones. Se estima que el 70% de los municipios del país están controlados por el narco”.
Comenta Ravelo que a lo largo de los años se observó que la estrategia fue inadecuada desde el inicio, porque se arrancó con una muy fuerte presencia militar y se dejaron de lado otras estrategias que hoy no vemos, como el combate al nervio financiero.
Pero hay algo aún más preocupante para Ravelo: la desatención social. “Porque ahí donde hubo vacío de poder, ahí donde el Estado dejó de atender a la sociedad, ahí entró el narcotráfico”.
Y un error más: “La guerra debió empezar adentro del poder, porque hoy el nivel de corrupción en el gobierno es brutal”.
Lamentablemente, uno de los sellos que han marcado el gobierno de Calderón ha sido la falta de autocrítica. “Es un gobierno que no escucha”, finaliza Ravelo.

09 octubre 2011

¡Venganza bullying!

Por un instante, apenas una milésima de segundo, el Diablo se apoderó de sus actos. No fue él –el chico callado e introvertido– quien disparó el arma. Fue sólo un instrumento de la maldad. Un ejecutor. Victimario y víctima.
Fue el dedo que jaló el gatillo del revólver calibre .38 en contra de su maestra, ante 25 compañeros que miraron consternados la tragedia. Y el que luego corrió extasiado fuera del salón de clases para terminar la obra con un acto suicida: dos disparos. Uno de ellos va directo a la cabeza y le hace un enorme boquete. Destroza el tejido y luego el cráneo; salen disparados diminutos fragmentos de hueso y chisguetes de sangre cubren su rostro.
Paramédicos acudieron a su auxilio pero ya era demasiado tarde: David Mota Nogueira, de apenas 10 años de edad, murió una hora más tarde tras sufrir en el hospital dos paros cardiorrespiratorios. La maestra, Rosileide Queiros de Oliveira, de 38 años, fue operada de emergencia. Le extirparon una bala que tenía alojada en la cadera y ya se encuentra fuera de peligro.
El drama se consumó en unos cuantos minutos. El saldo: un muerto, una familia destrozada, un herido, y una sociedad, en este caso la brasileña, consternada por los lamentables acontecimientos. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿En qué momento? Esas fueron las preguntas que se quedaron sin respuesta.
Y en medio de la terrible consternación, a los brasileños les llegó de golpe el feo recuerdo de la matanza escolar que vivieron hace apenas cinco meses, en abril, a manos de Wellington Menezes de Oliveira, un joven de 23 años que mató a tiros a 12 niños para luego suicidarse. La herida sangró de nuevo.
TRÁGICO FIN
Mota Nogueira era un niño retraído. En general tenía buen comportamiento, aunque por momentos, según la profesora Rosileide, “acostumbraba hacer bromas violentas con los amigos y responder de forma grosera”.
Fuera de esos rasgos antisociales, se trataba de un buen estudiante que no hacía daño a nadie. Pero entonces, ¿qué lo llevó a cometer tal atrocidad? El Diablo apoderándose de su voluntad es una metáfora, pero nada más.
Según fuentes policiales, Nogueira era presa de bullying (acoso escolar) debido a una deficiencia que padecía en las piernas. Esta situación lo habría convertido en un niño solitario y especialmente ensimismado.
La maestra ya había advertido a las autoridades escolares de esta situación y había recomendado que el niño acudiera a un colegio especial. Pero nadie hizo caso. Tampoco lo tomaron en serio sus compañeros cuando Nogueira les dijo un día anterior que asesinaría a la maestra y que luego se suicidaría. “Dijo que lo haría, pero nunca explicó los motivos. No le creímos nada”, relató uno de sus compañeros.
La mañana del crimen, el jueves 22 de septiembre, Nogueira despertó con su objetivo tatuado en la mente: luego de alistarse para salir de su casa, incluyó en su mochila el revólver de su padre, quien es policía municipal de la ciudad.
En la reconstrucción de hechos, se supo que el padre se percató que su arma no estaba en su sitio, así que fue a la escuela para preguntarle si la había tomado. El niño negó tener la pistola y con eso evitó cualquier posibilidad de salvación.
Luego de pensarlo un poco, Nogueira pidió permiso para ir al baño y cuando regresó lo hizo con el revólver en la mano. La secuencia fue espeluznante: Disparo. Pánico. Gritos. Delirio. Más disparos. Muerte.
MISTERIO FATAL
Nadie entiende bien a bien cómo pudo ocurrir algo semejante. Ni las autoridades escolares, ni la policía, ni los padres. Lo único que sabían es que la escuela Alcina Dantas Feijao es una de las más prestigiosas dentro del sistema de enseñanza pública de Sao Paulo. Niños modelo.
Bullying, pérdida de valores, resquebrajamiento del tejido social, violencia extrema o el padecimiento de alguna psicopatía. Muchos pueden ser los factores que llevaron a Mota Nogueiras a hacer lo que hizo. Y en Brasil se suma un factor más: la facilidad con la que se accede a un arma. En este país de 194 millones de habitantes circulan más de ocho millones de armas ilegales y cada año se registran alrededor de 50 mil homicidios. Alguno de estos aspectos pudo –o no– haber sido el causante de todo. Hasta ahora todo es un misterio.
En una de las pocas fotografías que circulan por internet, se ve a Nogueira con un peluche en sus hombros. Tiene una mirada inocente y una sonrisa angelical. Un buen chico. Y la pregunta sigue en el aire: ¿Qué ocurrió?, ¿qué diablos ocurrió?
“TIENES QUE MORIR” ¿Qué tengo que hacer para que alguien me escuche? Esa fue la pregunta que Jamey Rodemeyer, de 14 años, escribió en su blog antes de suicidarse. Ahora, tres semanas después, nadie es capaz de responder nada.
Rodemeyer sufrió durante años el acoso de sus compañeros de escuela porque era homosexual; fueron tantos los insultos y humillaciones que recibió –“eres estúpido, homosexual, gordo y desagradable. ¡Tienes que morir!” o “No me importa si mueres. A nadie le importará, así que hazlo y haznos felices a todos”– que no soportó más y decidió poner fin a su sufrimiento el pasado 19 de septiembre.
Jamey avisó en repetidas ocasiones que estaba siendo intimidado, pero nadie le hizo caso. Incluso un día antes de suicidarse, el joven advertía que nadie se preocupa en prevenir el suicidio.
Debido a que el último mes Rodemeyer difundió mensajes de esperanza y con la convicción de que las cosas mejorarían, sorprendió a todos que al final haya decidido terminar con sus días. Fue sólo un momento de tranquilidad, porque el daño ya estaba hecho. (Juan Carlos Aguilar García)

02 octubre 2011

¡Peligro!

El 17 de abril de 1986, Alarma! cumplía 23 años de informar, semana tras semana, sobre los acontecimientos policiacos más importantes de México y el mundo. Su estilo único se tradujo en un éxito nunca antes visto para una revista de nota roja. Eran momentos prósperos para la publicación… hasta que la sombra de la censura cayó sobre sus páginas.
Con el pretexto de luchar por la “renovación moral”, el entonces presidente de México, Miguel de la Madrid Hurtado, inició una andanada contra “lo pornográfico”. Pero, cosas extrañas, lo primero que prohibió fue la publicación del libro Crisis y Supercrisis de Edgard Mason y la historieta Los grandes fraudes del sexenio pasado. Y entre las revistas prohibió Valle de lágrimas y Alarma!
Respecto a esta última publicación, todo fue un “castigo” del gobierno por las duras críticas que la publicación hermana, Impacto, realizaba contra el gobierno. En abril de 1986, un mes después de sus 23 años de existencia –durante los cuales se publicó ininterrumpidamente–, el semanario dejó de circular. Cinco años serían los que quedaría, irremediablemente, fuera del mercado.
Fue Raymundo Medellín Rodríguez, el entonces director, quien tuvo que enfrentar el veto del gobierno. Medellín Rodríguez había destacado como reportero policiaco y muy pronto se convirtió en uno de los mejores alumnos de Don Carlos Samayoa Lizárraga, creador del concepto periodístico de Alarma!
“Medellín peleó contra la censura y contra el cierre de la revista; sin embargo, el daño estaba hecho: habían asesinado a Alarma!, relata Miguel Ángel Rodríguez, actual director del semanario.
NACE ¡PELIGRO!
Fue entonces cuando Don Carlos Samayoa, en una suerte de autoplagio, decidió editar otra publicación, exactamente igual a la censurada. Con el característico amarillo y negro en las páginas, y la maestría de las cabezas de las notas – verdaderas lecciones sobre el uso del humor negro–, la nueva revista mostraba un único cambio: el nombre.
Ahora se titulaba ¡Peligro! (con el signo de admiración al principio y al final de la palabra) y tenía un subtitulo que decía: “Tragedias del pueblo”, que esclarecía –por si había alguna duda– lo que la gente podría encontrar dentro. Las letras del título aparecían en color rojo, enmarcadas en un cuadro amarillo; tenía un costo de 150 pesos.
El Director General era Carlos Samayoa Lizárraga, mientras que el Director de Edición era Gilberto Samayoa Madrigal (hijo de don Carlos), quien ya antes había sido director en Alarma! El primer número salió el 13 de agosto de 1986 –hace 25 años– y curiosamente no traía en la portada un caso policiaco, sino uno sobrenatural: el drama de los siameses estadounidenses Ronnie y Donnie, que visitaron nuestro país para presentarse en un espectáculo circense.
En la contra portada se destacó el asesinato de un niño a mano de tres judiciales y una nota en la que se revelaba que Caro Quintero operaba desde prisión a su mafia de narcos internacionales. Con excepción de ese primer número, las siguientes portadas volvieron a ser netamente policiacas.
EL SELLO SAMAYOA
El éxito no tardó en llegar. Muy pronto el público la tenía entre sus preferidas. Y es que además de ofrecerles la mejor información policiaca, la presentaba con la misma ironía que siempre. Basta leer algunos de los titulares que caracterizaron a ¡Peligro!:
“Con una pala acabó a mamá y es huerfanito!”, “Del más allá le dijeron: ¡mátala! En el más acá ya ordenaron: ¡Enciérrenlo!”, “’Soy Chucho El Roto’, presume el vil raterazo”, “Anduvo de farra con ‘La Negra’; a la hora del amor… ¡era negro!”, “Le cercenó la oreja siniestra porque cortó naranjas”, “No jugó con la niña… ¡la mató!”.
También, como ya es tradición, la revista informaba sobre la farándula y temas de Historia. Actualmente es casi imposible conseguir un ejemplar de ¡Peligro! Con un poco de suerte es posible encontrarse con un número maltratado en la Lagunilla o en un puesto callejero, de esos que venden baratijas y publicaciones antiguas. Pero eso sería una suerte muy grande. La mayoría de las revistas se han perdido para siempre.
Las pocas que quedan, son un testimonio fiel de lo que ocurría en aquella época en nuestro país y, sobre todo, del talento de Don Carlos Samayoa Lizárraga.
Luego de los cinco años que permaneció fuera del mercado, Alarma! regresó de la mano del experimentado periodista Juan Bustillo, quien tenía muy clara la necesidad de publicar cierta información que otros medios, simplemente, omitían. Bustillo fue el Director General mientras que el periodista Daniel Barragán estuvo al frente de la Dirección Editorial.
El asistente de Barragán era Miguel Ángel Rodríguez, quien a la postre se convertiría en el nuevo director del semanario, con el reto de mantener la revista entre la preferida del público, pese a las múltiples publicaciones policiacas que ahora inundan el mercado. (Juan Carlos Aguilar García)

28 julio 2011

La muerte enmascarada

La Ciudad de México, dice el periodista y escritor Ignacio Trejo Fuentes, es una de las ocho maravillas del mundo. Y dice bien. Nadie, ni propios ni extraños, pueden escapar a los embrujos (fascinantes o terriblemente crueles) que irradian sus calles. “Quien la ve por primera vez no puede dejar de sentir pasmo, asombro, intranquilidad y hasta miedo. Cualquier sensación, menos indiferencia”, asegura.
Trejo Fuentes sabe de lo que habla. No obstante que es originario de Pachuca, es un chilango hecho y derecho. Él mismo se jacta de conocer el Distrito Federal de la A a la Z, incluyendo los oscuros laberintos que corren debajo de las calles: el sistema de alcantarillado, del que muchos niños harapientos y atarantados por el chemo se han apropiado para soportar ahí el frío de la noche.
Son muchos los lugares –y las anécdotas, por supuesto– que conoce Trejo Fuentes, quien se dio a la tarea de hacer una especie de sórdida Guía Roji que lleva por título La fiesta y la muerte enmascarada. El Distrito Federal de noche (Colibrí), en la que hace un recuento de los lugares más estrambóticos y placenteros a los que uno puede acudir.
Ahí están reunidos algunos de los centros de divertimiento que el autor ha conocido a lo largo de sus muchos años como “pata de perro”. Desde los hoteles más pomposos y los clubes más elegantes, reconocidos por su fastuosidad y prestigio, hasta los lugares a donde va el populacho. De esta última clase, hay de todo y para todos los gustos de la fauna: cantinas, salones de baile, cabarets, table dance, hoteles sin estrella y, rascándole un poquito, hasta burlesques, que muchos creían extintos.
CIUDAD INIFINITA
Como se ve, un puñado de múltiples posibilidades en una ciudad que se multiplica a cada paso, que se desdobla solo para ofrecer una diversión infinita –llena de alcohol y sexo– o una experiencia desagradable que incluye desde el robo del bolso, el agasajo de un pervertido, la violación y hasta el asesinato.
Una ciudad que es muchas al mismo tiempo. Entre lo prehispánico (que aún no termina por irse) y lo contemporáneo (que ha llegado a medias y siempre a destiempo) se nos presentan inconmensurables las construcciones coloniales, coronadas por la Catedral Metropolitana. Al respecto, dice el también autor de Besos del Diablo:
“La ex Muy Noble y Leal Ciudad de los Palacios, la ex región más transparente del aire es ya un conglomerado de ciudades, un extraño amasijo de cosas y de gente donde todo es posible, donde el asombro y la perplejidad son pan de cada día y cada noche: ¿quién podría suponer que la colonia Bondojito es igual a San Jerónimo?, ¿qué la Guerrero se parece a Coyoacán?, ¿la Narvarte a Polanco?, ¿Tepito a la Roma?, ¿el Centro a Villacoapa?
“Los habitantes de cada rumbo tienen su propia idiosincrasia, su personal visión del mundo, sus costumbres distintas: no hablan igual unos que otros, ni trabajan, ni bailan, ni aman de la misma manera. Si uno va de un rumbo a otro intempestivamente, de un sector de la urbe a uno más lejano, cambia de piel sin remedio, se siente como en un país extraño”.
EL PELADAJE BAILA
Y en esa diferencia radica precisamente el encanto. Hay de todo y para todos. Desde el siempre infaltable Garibaldi, donde el chupe y la cantadera es el pan de todos los días, hasta los siempre agradables lugares donde se va a bailar como Dios manda y, si se puede, hasta algo más.
Trejo Fuentes se refiere a lugares como el California Dancing Club (conocido popularmente como el Califas), que es “uno de los burdeles disfrazados más grandes y baratos del mundo”, el Balalaika, la Maraka el Caballo Loco, el Molino Rojo o el Barba Azul, éstos dos últimos en los rumbos de la Doctores y la Obrera.
A estos lugares se va a tomar, a bailar y, si hay oportunidad (y dinero suficiente), a agasajarse con una reina a un nidito de amor de 120 pesos el rato.
Ahora que si lo que se quiere es tomar un trago, sin prisas y sin el ajetreo que supone el baile, ahí están las muchas cantinas que pueblan el Distrito Federal. Desde la suntuosa La Ópera, hasta otras que sin tantos lujos dan un servicio completo: La única de Guerrero, El puerto de Gijón, La Guadalupana, el Bar Splendid, el Salón Niza, la Traviata o La Castellana, por mencionar solo algunas.
Muchas otras, dice Trejo Fuentes, “apenas escapan de su condición miserable de pulquería o lonchería barata con pretensiones de fulgor”.
Y en todo este conglomerado de lugares, un número similar de emociones, de alegría y tristeza y regocijo y frustración, porque mientras uno se embriaga y baila de contento, otros están declarando en el Ministerio Público, recostados en una camilla con un cuchillo enterrado en mero ombligo o, peor aún, llorando la muerte intempestiva de un familiar, tras un asalto. Eso también es la ciudad.
Son muchos los riesgos de caminar en la noche por sus calles. Es cierto. Pero también es verdad que los “noctívagos”, como llama Trejo Fuentes a esa fauna nocturna, han aprendido ciertos códigos que los mantienen a salvo. Porque también ellos, los dueños de la fiesta, tienen sensaciones de asombro y miedo ante la ciudad, mas nunca indiferencia…
(Texto y foto: Carlos Aguilar)

07 julio 2011

Quiero provocar urticaria: Brito

Una lucha contra la apatía. Una sacudida de solapas. Un grito rabioso. Así se pueden describir las fotografías de Fernando Brito, quien con sus imágenes busca una sola cosa: mostrarle a la gente la vorágine de violencia en la que está atrapado el país.
“Mi trabajo es una protesta contra la violencia que se vive en Culiacán, de donde soy originario. No puedo decirles que disfruten mis fotografías porque en realidad son muy fuertes. La idea es tratar de ocasionar un poco de conciencia, esa es mi aportación, mi grano de arena a lo que está ocurriendo en México”, dice Brito en entrevista con Alarma!
“Estamos en la indiferencia total. Si ahorita en Sinaloa se convoca a una Marcha por la paz apenas irían 20 personas. Esto es porque no creen que puedan hacer un cambio. Claro que se puede hacer, la cosa es creerlo”.
Brito lo creyó y desde hace cinco años inició un proyecto personal –que continúa hasta la fecha– que combinó con su trabajo en el periódico El debate de Culiacán como editor de fotografía. Cada que Brito tenía la enmienda de retratar el cadáver del día –lamentablemente algo común en Culiacán– aprovechaba para tomar además una toma para su proyecto “Tus pasos se perdieron con el paisaje”, con el que obtuvo el tercer premio de reportajes gráficos dentro de la categoría Temas de actualidad del World Press Photo 2011.
Durante dos años se dedicó a tomar estas imágenes sin la intención de mostrarlas, hasta que un día el fotógrafo Gerardo Montiel Klint le mostró un libro que incluía imágenes de paisajes con muertos ficticios, actuados por modelos. Brito, a su vez, le dijo que tenía algo muy semejante pero con muertos de verdad. Desde entonces Montiel ha sido un gran promotor de su trabajo que, entre otras revistas, se ha publicado en PicNic.
IMÁGENES ESCALOFRIANTES
Estas fotografías personales de Brito se caracterizan por mostrar a las víctimas de esta lucha contra el narcotráfico insertas dentro de un paisaje natural. Son fotografías que no muestran sangre –algo común en las imágenes de las secciones policiacas– sino simplemente “seres humanos”.
“Yo no juzgo, solo muestro a una persona que nunca más volverá a casa con su familia. La gente piensa que a todos los que matan es porque andaban en malos pasos, que son culpables, y esto no es necesariamente así. Y aunque así fuera, quisiera que no sucediera. No creo que la muerte sea la solución. La cuestión es no acostumbrarse a la muerte”.
Curiosamente, esa sutileza que caracteriza sus imágenes las hace doblemente fuertes. Demoledoras. Al respecto, cuenta una anécdota:
“Una vez llegó una persona y me comentó lo que sintió al ver mis fotografías. En un primer nivel, vio un paisaje bonito, lleno de color; después apreció el muerto escondido entre los arbustos, lo cual fue escalofriante. Le provocó sentimientos encontrados, y eso es justamente lo que yo quiero. Las mías no son fotos bonitas. Quiero que mis imágenes afecten, que incomoden, que les dé urticaria a quien las vea. Esa es mi idea y esa la realidad que estamos viviendo.
“Muchas personas podrían pensar que mis fotografías son instalaciones artísticas. Sin embargo, cuando se dan cuenta que el muerto que aparece ahí es real, les impacta demasiado. La idea es que la fotografía sea melancólica, no morbosa, para que puedas quedarte contemplándola y entiendas que más allá de la lucha del gobierno contra el narco, estás viendo a un ser humano muerto.
“Mi proyecto no trata de hacer las mejores fotografías. Más bien trata de mostrar lo que está sucediendo. A mí no me importa qué tamaño tienen, si se exponen en una galería o si se publican en un libro. No busco ni fama ni dinero. Solo una mejora en la sociedad. Mostrar mi trabajo como una alerta roja”.
Afirma que la apatía que se ha adueñado de la sociedad se debe a que históricamente no se ha logrado nada. “Entonces la gente piensa: ‘para que hago algo si no voy a lograr nada’. Lo que yo digo es que no podemos seguir siendo indiferentes, porque ya lo fuimos bastante y por eso está ocurriendo todo esto. Somos espectadores y no hacemos nada”. Aunque luego reflexiona y dice con un dejo de frustración: “Claro que también se entiende, porque si haces algo, corres el riesgo de que te asesinen”.
CORRUPCIÓN E IMPUNIDAD
Para Brito, el problema de la violencia no está en el consumo de drogas. “Todas las culturas del mundo las han consumido y no por eso se asesinaban como ahora. El problema real es una cuestión más grave: lo que mata es el poder, la corrupción, la impunidad y la indiferencia de la gente. No podemos ser tan ciegos.
“Lo peor es que todo el mundo cree que esto es pasajero. No pienso que así sea, no le veo una solución en muchísimos años. Esto podría cambiar a largo plazo con educación y generando oportunidades de trabajo. Claro que la gente que vive en la sierra prefiere sembrar marihuana que una tonelada de maíz. Eso les genera dinero y de algo tienen que comer”. Luego reflexiona: “Paradójicamente, el sueño de muchos fotógrafos es ir a la guerra. No se dan cuenta que la guerra nos alcanzó. Pienso que los compañeros no están aprovechando lo que está ocurriendo. Hay mucha cuestión social que deberían contarse”.
Al final, afirma Brito, lo único que le interesa es tener una tribuna para denunciar todo lo que está pasando. Cuando participa en un concurso, queda satisfecho con que cuelguen sus imágenes para que otros las vean. No pide más.
Ahora que ha sido galardonado con el World Press Photo 2011 y el Photo España 2011, logró tener la mejor tribuna que jamás se hubiera imaginado. Y entonces vuelve a la premisa del principio: “Te digo, lo que me interesa es incomodar, provocar urticaria a quien observe mis fotografías”. Así sea. (Juan Carlos Aguilar García)

09 junio 2011

¡Demonios de ciudad!

La madrugada del 8 de octubre del 2007, un grupo de reporteros policiacos se enteró de los terribles crímenes cometidos por un peligroso psicópata. Se sabía poco: de entrada que había asesinado a su novia y que la había descuartizado. Poco después se sumaría otro ingrediente tétrico que le daría a esta historia un carácter singular: el asesino cocinó algunas partes del cuerpo y las devoró a medio masticar.
Justo una imagen del reportero gráfico Marcos Hernández, tomada en la cocina del asesino, muestra un sartén con carne humana. Lo macabro plasmado en una fotografía. La prensa, presurosa, sedienta de una historia interesante que contar, ávidos por pasar a la historia del periodismo nacional al menos por un día, no dudaron en bautizar el caso de múltiples formas: “el Caníbal de la Guerrero”, “el Caníbal Poeta”, o “el Caníbal Seductor”, esto debido a que antes de asesinarlas les leía poemas de su inspiración.
El asesino: José Luis Calva Zepeda. Su delito: hundirse en las turbias aguas de su mente y atender a aquellas vocecitas cargadas de rencor, melancolía, tristeza, frustración y miedo, mucho miedo.
El caso dio mucho de qué hablar. Medios electrónicos e impresos dedicaron varias semanas al caso que tenía estupefacta a la sociedad mexicana. Muchas fueron las páginas que se escribieron sobre estos hechos. Se realizó incluso una película. Ahora, también se ha escrito un libro sobre su caso: El caníbal de la Guerrero y otros demonios de la ciudad (Debolsillo), del periodista Marcos Hernández Valerio.
Se trata de un recuento de este sorprende caso policíaco, desde el momento en que se dio a conocer el crimen, hasta el suicidio del asesino. En total, Valerio dedica 80 páginas a este crimen en las que nos relata con lujo de detalles qué es lo que ocurría en la Procuraduría del Distrito Federal, así como con los reporteros que estaban urgidos de información oficial. Una bomba que explotó en los televisores.
GALERIA CRIMINAL
Pero esto es apenas una parte del libro. Valerio nos relata también otros 34 casos divididos en cuatros capítulos, uno por delito: Crímenes pasionales, golpes/vejaciones, agresiones sexuales y secuestros. Un quinto capítulo está dedicado a los servidores públicos de los Ministerios Públicos.
Se trata de una galería criminal en la que la voz la tiene el rencor, los celos, la ambición o una profunda melancolía. Hay de todo. Desde el hijo karateca que golpeó a su madre, hasta el adolescente que en un arranque de locura descuartizó e incineró a sus padres. Y en medio de estos dos terribles ejemplos otros peores: la madre que por unos cuantos pesos prostituía a su hija o el gerente de una tienda de electrodomésticos que abusó sexualmente de edecanes menores de edad.
Para Valerio –como ha señalado en varias entrevistas– todos estos crímenes, vejaciones y demás conductas violentas “tienen su origen en la pérdida de valores”. Ha afirmado también que su libro tiene como objetivo que la gente reflexione al respecto.
En la introducción del libro, Valerio escribe: “Están en todos lados: en la calle, en el trabajo, en la escuela, incluso en tu casa puede haber alguno. El detonante de los demonios son los celos, el abandono, la soledad, la miseria, la avaricia, el desempleo, así como la falta de oportunidades.
Los criminalistas también culpan de estas conductas delictivas a los propios padres, toda vez que con su indiferencia, desamor y hasta maltrato despojan a sus hijos de todo buen sentimiento, despertándoles sus bajos instintos, deshumanizándolos, y son ellos, los progenitores, quienes los llevan a cometer los más grandes delitos. (…) Se apoderan de seres carentes de principios, afectos y sentimientos, y de enfermos mentales”.
ÚLTIMA ESPERANZA
Todo lo anterior, justamente, fue el caldo de cultivo para que un tipo como José Luis Calva Zepeda –quien se decía dramaturgo, novelista, poeta, periodista, cantante, sanador e iluminado por Dios, además de ser amante de la zoofilia, la pornografía y la violencia– cometiera sus crímenes.
En uno de sus últimos escritos, dirigido a Alejandra, su última novia y víctima, se hace evidente el desamor que lo tenía agobiado: “Estoy resuelto a irme, no soporto más el peso de mi desgracia. Intenté perderme en el falso camino y sólo conseguí hundirme más. El desamor me mata y no puedo más; sólo pido que se conserven mis letras, ya que es lo único bueno que he hecho en la vida. No quiero escribir más. Me voy y perdón por el dolor tan grande que les causo. Díganle a Alejandra que fue mi última esperanza en el amor”.
En un escrito más, redactado en prisión, le escribe a su madre, quien nunca lo visitó ni quiso hablar del tema:
“Mamá, ¿en dónde estás?, ¿acaso no soy tu hijo?, ¿no me cargaste en tu vientre nueve meses?, ¿por qué te olvidaste de mí?, ¿por qué te olvidaste de mí hace muchos años? Yo nunca te juzgué por actuar, hoy tampoco lo hago. Sin embargo, dime, ¿por qué te olvidaste de mí?, ¿es acaso tan vergonzoso tener un hijo como yo?
Calva Zepeda, pues, fue víctima y victimario. La falta de amor y los maltratos de su madre jugaron un papel importante en su historia criminal. Sólo queda una pregunta sin resolver: ¿Por qué practicaba el canibalismo? Los especialistas señalaron que lo hacía como un acto de poder y de absorber la cualidad de la mujer, por tenerla dentro de sí para que nunca lo pudiera abandonar. (Juan Carlos Aguilar García)

30 mayo 2011

Goce sangriento!

La sociedad humana es una sociedad cruel. Hay más crueldad que la que podríamos ver en la selva, entre animales feroces, que sólo matan para alimentarse y sobrevivir. El humano asesina por cuestiones ajenas a su nutrición o a su instinto de supervivencia. Mata por diversión. Un acto lúdico presente ya en la antigua Roma, para beneplácito de los miles de espectadores que se regodearon en aquel juego sangriento.
Diferentes expresiones artísticas han dado cuenta de este gusto por la violencia. Algunas pinturas religiosas que plasman flagelaciones y crucifixiones altamente cruentas son muestra de ello. Esa crueldad después sería retomada por el cine, que ha mostrado en pantallas gigantes y a todo color lo que debió haber sufrido Cristo en la cruz.
El investigador español Román Gubern dice en su libro “La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas” que “el sadismo es también fuente de goce. En el Museo de Basilea se conserva un flagelación pintada por Hans Holbein, que no oculta la erección del verdugo flagelador”.
Explica que el arte gótico en Europa produjo una gran galería de monstruos, producto de imaginaciones que deseaban causar terror y espanto. En este sentido, la fotografía y el cine se encontraban en desventaja pues debían recurrir a complicados trabajos de maquillaje para provocar una sensación semejante. De ahí, dice Gubern, el valor de una película como “Freaks” de Tod Browning, interpretada por monstruos auténticos.
SADISMO VOYEUR
Cada generación se ha sentido atraída por las grotescas imágenes de los cuerpos contrahechos que ahí aparecen. ¿Por qué? Gubern lo explica así:
“El hombre, y desde edad muy temprana, en ocasiones busca voluntariamente provocar la vivencia del miedo, como forma de gratificación personal. Piénsese en el niño que penetra asustado unos cuantos pasos en el cuarto oscuro como forma de juego excitante. Es una conducta que implica la búsqueda de una emoción violenta, cuyo placer es fronterizo con el placer erótico, tal como lo revela el cuadro de respuestas fisiológicas del sujeto (el escalofrío, por ejemplo, es una respuesta común al estímulo erótico y al miedo)”.
Agrega: “La muerte o el daño espectacularizados ante un observador constituyen la muerte o el daño del ‘otro’, que pueden suscitar su curiosidad morbosa, su compasión, su repulsión, su excitación placentera, o una mezcla de estos u otros sentimientos.
“Cuando estos sentimientos, a veces opuestos en estructura de ambivalencia, dan como resultado una vivencia gratificadora, entonces es legítimo referirse a un “sadismo vicarial”, a un sadismo voyeur, que es acaso el sadismo del tímido, del mirón, quien jamás sería capaz de efectuar en la práctica la acción cruel que contempla”.
En este sentido, el cine gore y las revistas centradas en la violencia gráfica cumplen una función terapéutica, debido a que el sujeto puede descargar sus pulsiones agresivas a través de estos medios, sin llegar a efectuarlos en la realidad.
Y no se trata de ningún modo de una apología de los crímenes que ocurren en la realidad. La mayoría de los espectadores de estos materiales violentos diferencia muy bien entre la ficción y la realidad. Está dispuesto a pagar por una película de terror y se siente engañado si no ve suficientes escenas de crímenes y asesinatos. Llega al extremo, incluso, de deleitarse con aquellas películas que en su exceso sangriento (litros y litros por dondequiera), caen en lo cómico.
En cambio, rehúye de los documentales que muestran asesinatos reales, escenas de guerra o suicidios. Muy pocos se deleitan viendo este tipo de materiales. Pero incluso en este caso, este tipo de material sirve como una válvula de escape. Al final se trata de sadismo voyeur.
Buena parte de la sociedad –que ha criticado injustamente estos productos culturales por ver en ellos una afrenta a las buenas costumbres y a lo llamado “políticamente correcto”– jamás se ha detenido un momento en pensar en su importancia social.
Al final se trata de una doble moral. Porque las imágenes explícitas que reprochan de publicaciones como “Alarma!”, las ven con agrado (a todo color y con repetición, por supuesto) en los noticiarios televisivos. Según ellos, unos se regodean en la sangre, los otros se informan. Al final, como hemos visto, niegan su deseo intrínseco por ver ese tipo de imágenes, y se niegan ellos mismos.
No se trata, de ningún modo, de que todos sean afines a ciertos temas y publicaciones. Eso no. Simplemente de ser justos con las aportaciones –y perjuicios– que cada producto tiene. (Juan Carlos Aguilar García)

19 mayo 2011

Narco noir!

“El género policiaco será el que defina a la literatura mexicana en las últimas tres décadas. Y es que, en términos literarios, es lo que se está escribiendo ahora en nuestro país y lo que están leyendo de nosotros fuera de México”, afirma en entrevista el escritor F.G. Haghenbeck.
“Si vamos a una librería y vemos las novedades, nos daremos cuenta de que la novela negra es el género que los autores están cultivando. En cuanto al extranjero, en Francia y Alemania nadie está leyendo de México otra cosa que no sea su novela negra”.
El mismo Haghenbeck es el mejor ejemplo de lo que dice: acaba de publicar El diablo me obligó (Suma de letras), una novela en la que reunió todas sus pasiones: las películas de Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, los cómics de Alan Moore y la música. “Me traté de alejar de los cánones de la novela negra. El resultado es una obra libre y disfrutable en la que no exorcicé a ningún demonio, fue puro gusto.
“Para mí hay dos tipos de escritores: los que escriben con letras, que cuidan que esté muy bien estructurada la gramática, y los que escriben con imágenes. Yo soy de los segundos, quizá porque vengo de escribir cómics”.
El diablo me obligó cuenta la historia de Elvis Infante, un ex convicto que se mueve entre las peligrosas y decadentes calles de East Side, Los Ángeles. Su forma de ganarse la vida es siendo “diablero” y sus clientes lo buscan para que capture demonios, querubines, ángeles caídos y demás seres sobrenaturales. Ahora está a punto de enfrentarse a un caso peligroso que pone en jaque su propia vida.
La historia se ubica en Los Ángeles, una ciudad con la que Haghenbeck tiene una relación de amor-odio: “Es una ciudad impersonal, fea, donde es difícil establecer relaciones. Podría ser una franquicia del infierno pero que a la vez se llama Los Ángeles; es el corazón del cine, pero lo único que no se ve ahí es el glamour que se evoca en las pantallas”, señala el también autor de Aliento a muerte y Trago amargo.
ANTÍDOTO
Respecto al género policiaco, dice que prefiere llamarlo “realismo mágico sucio” que sirve como espejo roto para mostrar la realidad que se está viviendo o como una metáfora de la violencia actual. “Es muy chistoso, pero cada vez que al país le va mal, al género negro le va bien. Durante el sexenio de Luis Echeverría, donde hubo una represión terrible, surgieron nombres como el de Paco Ignacio Taibo II, Juan Hernández Luna, Luis Spota. Es lo que se conoce como el neo-policiaco.
“Ahora, con esta nueva realidad que estamos viviendo, hay de nuevo un boom y hasta nuevas tendencias: el narco noir, con autores como Élmer Mendoza, Rogelio Guedea, Yuri Herrera y Martin Solares. Va a ser el género de las últimas tres décadas en México.
“Pero más que como reflejo, la novela negra sirve como antídoto para el país. Como dice Taibo II: ‘Me gusta leer novela negra mexicana porque ahí sí ganan los buenos. Ya nada más faltaba que en la literatura siguieran ganando los pinches malos’” (Texto y foto: Carlos Aguilar)

25 abril 2011

El hombre que quiso ser héroe

Durante 23 años estuvo encerrado en un búnker construido especialmente para él. Completamente solo, su único refugio en todo este tiempo fue la lectura frenética de la Biblia. La leía todos los días y a todas horas, excepto cuando era interrogado y torturado por la policía. En total fueron ocho años de golpes y experimentos con múltiples drogas. ¿Su delito? Intentar asesinar al presidente Gustavo Díaz Ordaz.
Esta es la historia del hombre que, en un momento de odio, quiso vengar la muerte de miles de estudiantes ocurridas durante la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco. La historia de Carlos Francisco Castañeda de la Fuente, el hombre que un día fue noticia y que después fue borrado de la memoria colectiva para siempre.
El suceso ocurrió el 5 de febrero de 1970. Ese día, el presidente Díaz Ordaz realizaría un recorrido para conmemorar el 53 Aniversario de la Constitución. Pasaría por el Hemiciclo a Juárez y, después, por el Monumento a la Revolución. En este último punto, Carlos Castañeda esperaría al presidente con un pequeño maletín, en cuyo fondo se escondía una Luger .38 y un “manifiesto” de seis hojas.
Mecánico de 29 años, 79 kilos y 1.66 metros, Carlos Castañeda no pudo quedarse cerca del Monumento a la Revolución porque había mucha gente que le impedía una buena posición. Así que mejor se apostó a unos metros, en la esquina de Insurgentes y Gómez Farías. El reloj marcaba las 11.45 de la mañana. En ese momento, la comitiva presidencial pasó lentamente frente a sus ojos, a escasos ocho metros. Castañeda supo entonces que era ahora o nunca. Se alistó y disparó contra el auto en el que viajaba Díaz Ordaz y el secretario de la Defensa, el general Marcelino García Barragán.
Dentro del maletín, sin sacar el arma, disparó su Luger. La bala fue a dar a la carrocería del auto. Se apresuró a disparar por segunda vez, pero el arma se trabó. Estaba encasquillada. Lo intentó de nuevo y nada. Emprendió la huída, pero al final lo alcanzaron. Al minuto siguiente se encontraba dentro de un auto, donde lo ametrallaron con preguntas: ¿Por qué lo hiciste? ¿Quién te mandó? ¿Eres comunista? Y las respuestas atropelladas: Por la matanza de Tlatelolco. Nadie me mandó. No, no soy comunista, soy católico.
ELEGIDO DE DIOS
En una entrevista que le realizó el periodista Eduardo Monteverde, y que incluye en su crónica "Yo intenté matar al Presidente", del libro Lo peor del horror, relata Castañeda:
“Primero me llevaron a la Federal de Seguridad, a unas cuadras en la misma plaza. Me preguntaron ‘¿Quién te pagó, mandó u ordenó?’ Nadie, les contesté. Luego me tuvieron diez días en el Campo Militar Número 1. Fue cuando me dijeron que cómo quería morir, si quemado o fusilado. Les respondí que en el paredón, como un último deseo. Me dijeron que me agachara, me pusieron una pistola en la cabeza y les dije que eso no era fusilar. No me temblaba ni la voz ni el pulso”.
En total pasó tres años en una cárcel de gobernación, mientras construían su búnker, mandado a construir de manera especial para él por el presidente Díaz Ordaz. En algún momento compartió su espacio con el temible homicida “La Tora”, quien tenía a más de un centenar de muertos en su haber.
Relata Castañeda a través de Monteverde: “Realmente fue en el búnker donde me di cuenta que era profeta (…) En esa tumba recordé el Apocalipsis, capítulo XXI, versículos 1 al 5, donde habla de los 144 mil elegidos y elegidas del Dios santísimo. Me dije que era yo de ellos, aunque sé que no soy Dios, pero hablo por su boca”. El expediente clínico de Castañeda es tétrico: Cuadro psicótico crónico, esquizofrenia, ideas delirantes del tipo crónico y religioso. Además de profeta, aseguraba que era asexual y condenaba la masturbación, aunque cuando salió del búnker tuvo relaciones sexuales con varios internos.
MORTAJA PARA EL PROFETA
El caso de este hombre que estuvo a nada de ser el héroe de muchos que odiaban a Díaz Ordaz, también fue retomado por el cronista Fabrizio Mejía Madrid en su libro Salida de Emergencia. En el texto titulado "Un hombre borrado" se relata en primera persona los experimentos con psilocibina y fenciclidina a los que fue sometido Castañeda:
“En febrero de 1971 me pusieron esa inyección. Sentía torcidos los nervios de los pies y la mandíbula. Sentía desesperación, tenía miedo, lloraba. Ocho horas duró el efecto. Me dieron medio “Artane” porque me quitaba la ropa y me retorcía en una cobija en el suelo. En cuatro horas me tranquilicé, pero después me sentí otra vez desesperado, con miedo. El efecto me rebotó como durante un mes, pero iba disminuyendo lo que sentía.
“Oigo voces cuando no tomo los medicamentos. Casi nunca hay y cuando hay los tiro a escondidas. Se dan cuenta y me los dan a la fuerza como hace rato. Parece que gozan. Son una mortaja para el profeta”.
Además de su historial clínico, en su expediente se encontraban dibujos pornográficos que enviaba a Televisa, dirigidas a Gloria Trevi y Alejandra Guzmán: “Yo, Carlos Francisco, te amo; ven Alejandra Guzmán. María Magdalena levanta tu mano, enséñame”.
Tras ocho años de interrogatorios, en 1978, las autoridades se convencieron que Castañeda actuó solo, que no existió ningún complot para matar al presidente. Ya no estuvo en el búnker, pero siguió preso. En 1992, la Comisión de Derechos Humanos descubrió que no existía proceso legal contra Castañeda. Un año después, la Secretaría de Gobernación borró todo su expediente. También se destruyó el búnker.
Sin más que hacer con él, salió libre el 23 de diciembre de 1993. Al día siguiente pasó la Navidad con su hermano. Después de unos días, se fue de la casa sin siquiera despedirse. Nunca más se volvió a saber nada de él. (Juan Carlos Aguilar García)

09 febrero 2011

James Ellroy: el perro diabólico de la literatura

James Ellroy es un perro furioso. Un perro colérico que ladra a la menor provocación. Un irreverente que se esmera en ser políticamente incorrecto. Pero más que todo esto, Ellroy es un bravucón, un “lengua larga” que no sabe callar. La crítica lo ha bautizado como el “perro diabólico de la literatura policiaca de Estados Unidos”. Y eso le encanta.
Como parte de su fanfarronería, le gusta presentarse como un hombre marginal, casi miserable, que conoce al dedillo a drogadictos, alcohólicos, prostitutas y asesinos, todos ellos protagonistas de la decadencia que se respira en cada uno de sus libros.
Y es verdad. Durante su adolescencia se sumergió en un ambiente perverso que pudo haberlo llevado a la muerte. Fue alcohólico, drogadicto, ladrón y, según las “buenas conciencias”, un pervertido sexual que espiaba a las mujeres y les robaba su ropa interior. Llegó a pisar la cárcel. Pero eso no es todo: durante algún tiempo hasta se declaró nazi y mostró su radicalismo al criticar duramente el aborto.
Pero acaso su mayor alarde se hace presente cuando habla de su obra literaria. Hace algunos años expresó tajante: “Soy el mejor escritor de novela policiaca”. Sin embargo, poco tiempo después corrigió y dijo que la frase debería ser más corta: “Soy el mejor novelista”, así a secas.
Ahora, una cosa es que sea bravucón y otra que sea mentiroso. Él es lo primero, pero no lo segundo. Su obra ha rebasado los límites del género policiaco para formar parte de la mejor literatura universal.
Y claro, cuando le preguntan sus influencias, él asegura que durante algún tiempo leyó apenas a Raymond Chandler y Dashiell Hammett, pero nada más. Que actualmente solo se preocupa en escribir su propia obra. Ha dicho: “Lo mío son los grandes libros. Quiero dejar detrás una gran obra” ¿Así o más arrogante?
HISTORIAS NEGRAS
Nacido el 4 de marzo de 1948, la obra de Ellroy ha explorado con la precisión de un escalpelo los bajos fondos de Los Ángeles. Nada ha escapado a su dura mordida. Y es que se conoce a la perfección la historia negra de su ciudad –nació en Los Ángeles y creció en el barrio El Monte, también en California– luego de que él mismo fuera afectado por ese clima de violencia.
En 1958, el niño Ellroy, de apenas 10 años de edad, tuvo que sufrir el asesinato, por estrangulamiento, de su madre Jean Hilliker Ellroy, una enfermera alcohólica.
Desde entonces el fantasma de su madre se convertiría en una obsesión para Ellroy. Comenzó a leer a la par y de manera compulsiva novelas detectivescas y todos los informes policiacos que pudieran ofrecer una pista para atrapar al asesino. Encontró un método, pero no la respuesta. Fueron 22 años de infructuosa búsqueda… hasta que encontró un mejor camino para liberar sus demonios: la literatura.
En 1980 comenzó a escribir su primera novela: Réquiem por Brown (1981) en la que ya mostraba ese estilo rudo y directo (telegráfico, dirían algunos) que lo caracterizaría después. Los críticos no escatimaron elogios. Y no se equivocaron: su segunda novela, Clandestino, sorprendió a todos de nuevo.
Después comenzaría la primera serie literaria, de tres que hasta la fecha componen su obra: la protagonizada por el detective Lloyd Hopkins. Está integrada por Sangre en la Luna, A causa de la noche y La colina de los suicidas.
La segunda serie, con la cual se dio a conocer en todo el mundo, es la conocida como L.A. Quartet con novelas ambientadas en los años 40 y 50: La Dalia Negra (que se inspira en el trágico asesinato de Elizabeth Short), El gran desierto, L.A. Confidencial y Jazz blanco.
Y la tercera entrega, concluida hace unos meses, es la llamada Trilogía Americana en la que pasa revista a los grades crímenes de Estados Unidos, entiéndase John F. Kennedy o Martin Luther King. La componen: América, Seis de los grandes y Sangre vagabunda.
Otros títulos que no pertenecen a ninguna serie son: la novela Asesino en la carretera y los libros de relatos Noches de Hollywood, Ola de crímenes y Destino: La morgue.
Mención aparte merece Mis rincones oscuros en el que Ellroy –junto con un policía retirado de la Brigada de Homicidios– intenta esclarecer el asesinato de su madre. No consigue aclarar el misterio, pero a cambio logra descubrir aspectos oscuros, como su gusto por relacionarse sexualmente con hombres de la peor calaña.
UN ESTILO VIOLENTO
Muchas palabras pueden describir los libros de Ellroy: Rudos, violentos, irreverentes o ambiciosos, ustedes elijan. Ah, y eso sí: nada sencillos de leer. Es verdad que tiene la cualidad de atrapar desde la primera página, pero el lector deberá tener disposición en serio.
Más sencilla es su vida en la que no tiene cabida el dispendio. Es feliz con cosas muy concretas: las mujeres, la literatura policiaca, la música clásica, el boxeo (algunos de sus libros hacen referencia a boxeadores mexicanos), la historia y los perros.
¿El alcohol? Lo abandonó definitivamente junto con las drogas antes de escribir su primera novela. Al final el perro furioso se regeneró. Ni tan furioso ni tan mordelón, al menos en la vida real; sin embargo, cuando está en su papel es el más irascible.
Digamos que aprendió que aquello vende y eso, ha dicho, “me interesa mucho”. Con tal propósito concede entrevistas y hasta, por sugerencia de sus editores, ha sacado una cuenta de Facebook. Ahora es todo un best seller y hasta algunas de sus historias han sido adaptadas al cine.
Ahora está feliz, con muchos billetes en su bolsillo y con su alma un tanto más tranquila. Muy acertado es en él aquella frase que reza: Perro que ladra no muerde. (Juan Carlos Aguilar García)

14 enero 2011

¡Tampico rojo!

Apenas pones un pie en Tampico y ya el taxista que te traslada de la terminal de autobuses al hotel te hace una seria advertencia: “Cuidado, jefe. Aquí el mercado del narco se lo disputan dos bandos y donde quiera que se encuentran arman balacera. Si usted se encuentra en medio, pues mala suerte”.
La mala suerte es que no vas de vacaciones sino a hacer la crónica de la violencia que se vive en aquella ciudad. La terrible mala suerte es que la situación está de la chingada y tú aquí poniéndote en la mira de todos sin una garantía de ningún tipo. La jodida mala suerte radica en que aquí odian a los entrometidos y a los chilangos, y tú eres las dos cosas.
Apenas llegas al hotel, te das un baño y te diriges inmediatamente a la Playa Miramar: te acabas de enterar de que el mar vomitó a un sicario. Llevaba una semana desaparecido. Piensas que con esa noticia de bienvenida puedes iniciar tu texto. Además, esperas encontrarte con un par de colegas para que te den algunas pistas. ¿Con quién hablar y cómo? Una brújula que te marque el rumbo, eso es lo que necesitas.
POSTAL TRÁGICA
El otrora sanguinario asesino tiene el sello de la casa: tiro de gracia en la frente y no pocas huellas de tortura en todo el cuerpo; de su cuello cuelga una botella con un mensaje dentro: “Esto les ocurrirá a todos los que se interpongan en nuestro camino. Cuídate Román, estás en la mira”.
La escena es tremendamente trágica. El cuerpo amoratado y asquerosamente hinchado tirado en la arena (como tomando el sol) mientras los fotógrafos, presurosos, se encargan de perpetuar el drama. Una postal trágica. Aborrecible. Repugnante. Aprovechas para tomar nota en tu pequeña libreta y para preguntar al comandante, nomás para hacer plática, cómo se llamaba la víctima.
El comandante –un hombre de casi dos metros de altura y más de 170 kilos de peso– te mira con fastidio. Regresa su mirada al muertito y luego otra vez a ti. Al final, te dice: “Mire, amigo, aquí las cosas están calientes. Ya tenemos suficientes problemas como para que gente de fuera venga a provocar más. Los entrometidos no son bien recibidos aquí. Cuídese, no le vaya a pasar algo”. En otras palabras: “Lárguese o aténgase a las consecuencias pinche chilango”.
No dices nada. Llega la policía y el ejército, y observas cómo hacen su labor. Te quedas hasta el final, incluso después de que todos se han ido. Una vez solo, decides regresar al hotel a pie.
Entonces observas lo que tantas veces has visto en los noticiarios de televisión: imágenes de pobreza y rabia. De gente desconfiada que ha aprendido a vivir no sólo con la miseria, sino también con la violencia que recorre todos los días las calles de Tampico.
La regla número uno es resguardarse apenas se escuche una balacera. Algo que tú no haces cuando ves cómo todos corren a esconderse, porque quedas paralizado. Solo, en medio de la calle, escuchas por algunos minutos una metralla a no más de cien pasos. Esa es, ni más ni menos, la canción de fondo de esta ciudad. Su olor… su olor es de carne podrida.
Sigues caminando. Lo haces por más de una hora. Cae la tarde y la ciudad queda desierta. Vas por la calle Benito Juárez cuando te encuentras con el bar Gambrinus, un buen lugar para tomar un par de cervezas. Una, dos, tres… seis, siete, ocho Indios, tres soleras y dos tequilas. Estás cansado. Tienes sueño. Todo se va a negros…
MISERIA Y MIEDO
En tu segundo día hablas con dos colegas periodistas y algunas autoridades federales. “La cosa está del carajo”, dicen. Te piden que te andes con cuidado, mientras te muestran algunas fotografías de varios líderes del narco. ¿Pero dónde se esconden? Pues todos lo saben, siempre lo hemos sabido. El problema es que la ambición lo vino a joder todo. Ya nadie se conforma con un poco.
Te apresuras a escribir un esbozo de lo que has visto y lo que te han contado. Ser muy descriptivo, esa es la clave. Haces un recuento de la miseria y el miedo, y de los casos de dealers que un buen día desaparecen así nada más, y que luego los encuentran sin cabeza en la playa o colgados debajo de un puente. Por primera vez en el viaje te duele el estómago, sientes nàuseas.
En los periódicos locales, los titulares son aplastantes: “Mueren 20 en batalla campal”, “Choque de mafias deja saldo rojo” o “Ruedan cabezas en Tampico”. Todo esto es una mierda, piensas. Y continúas redactando durante un par de horas más, sin descanso.
No es difícil adivinar que el remolino de violencia crecerá cada día más. Sobre todo ahora que los códigos se han ido por el caño. Asesinan a familias inocentes sin tener ningún conflicto. Otras tantas han comenzado el éxodo. Por lo menos 30 de las más ricas de por acá se han trasladado a Brownsville, Texas. ¿Quién podría culparlos? Tú mismo has hecho tu trabajo y ahora te vas como llegaste.
Pero no regresas igual. Ahora hay en ti una pesadumbre que te ahoga. Sabes que justo en este momento, algún mafioso está torturando a otro, o que un joven inocente fue levantado y ajusticiado sin causa alguna. Mientras piensas todo esto, se oye no muy lejos una balacera: media hora de ráfagas de metralleta. Algunos muertos más en esta guerra sin sentido. Eso te abruma. Con eso acabas tu crónica roja, bañada en sangre.