El escritor Isaac Asimov (1920–1992) siempre tuvo muy clara una cosa: nunca ganaría el Premio Nobel de Literatura. “Para empezar”, decía, “ningún escritor de ciencia ficción lo ha ganado, así que no hay razón para pensar que cambiará esa tendencia”. Además, el jurado calificador privilegia por sobre todas las cosas la forma de una obra, algo que a Asimov le importaba poco menos que nada.
Es sabido que el autor de Anochecer —quien el próximo 5 de abril cumplirá 16 años de fallecido— no revisaba sus textos, pues consideraba que era una pérdida de tiempo. En lugar de atormentarse viendo un posible error, prefería seguir escribiendo.
Asimov aplicó este principio y vaya que le funcionó. Su numeralia no miente: es autor de más de 500 libros de los más diversos temas: Astronomía, Física, Biología, Matemáticas, Historia, Religión, Mitología, Humor y Ciencia-Ficción. Escribía los siete días de la semana (incluyendo días festivos)durante ocho horas diarias. En promedio escribió diez libros por año.
Pero, si no se preocupaba demasiado por la forma ¿cuál es entonces el mérito de sus obras? ¿qué han visto miles de lectores en todo el mundo? La respuesta es la misma para ambas preguntas: sus ideas. Su obra está plagada de ellas. Ideas sobre el espacio, el cambio climático, el progreso tecnológico, el futuro...
La lista sería prácticamente interminable. Su abanico temático era tan amplio que sólo Hugo Gernsback y Arthur C. Clarke se le comparan en este sentido.
MI AMIGO ROBOT.
Pero de las miles de ideas que Asimov —que ante todo era científico y divulgador— desarrolló durante su carrera, una logró cautivar a los lectores y al ámbito científico por igual: los robots.
Es cierto que el tema ya había sido abordado en algunas novelas y películas, sin embargo, siempre de una forma bastante predecible: como máquinas malignas que buscaban esclavizar a los pobres e indefensos humanos. Fue Asimov uno de los autores que propuso un cambio al respecto. Con la formación científica que tenía, era lógico que viera en los robots aliados, más que enemigos.
Así lo pone de manifiesto en su ensayo Los sueños de la ciencia ficción en donde coloca a los robots como el quinto sueño de una lista de 28. Su opinión al respecto era que los robots, además de realizar las tareas pesadas y peligrosas, con el tiempo serían más inteligentes y tendrían una apariencia más humana, lo que les permitiría ser, además de sirvientes, amigos.
“A lo largo de la historia” —apunta Asimov— “los seres humanos han usado a los animales y a otros seres humanos para realizar las tareas físicas más pesadas. Ahora las máquinas han remplazado al músculo en muchos casos, pero ¿por qué no desarrollar máquinas que imiten la versatilidad de los humanos y también su apariencia?
“Los robots pueden ser los nuevos sirvientes. De tener forma humana, podrían hacer uso de toda la gama de herramientas tecnológicas concebidas para los seres humanos, y si fueran suficientemente inteligentes podrían ser incluso amigos”.
En una serie de cuentos que Asimov publicó en 1939, así como en su emblemática novela Yo, robot —en la que publicó sus Leyes de la Robótica— queda claro su convicción de que los robots y los humanos pueden llegar a formar una verdadera alianza. Es verdad. El manejo que los hombres hagan de los avances científicos y tecnológicos es otro asunto.
CERTEZA.
Ahora, a punto de cumplirse 16 años de la muerte de Asimov (6 de abril de 1992), sus ideas son ya una realidad. Muestra de ello es ASIMO, robot creado en 1986 por la empresa Honda como un homenaje al prolífico escritor.
En aquel año, se trataba de poco menos que un prodigio que podía caminar sobre sus dos piernas, aunque no lograba mantenerse en pie durante mucho tiempo. Las nuevas versiones muestran a un ASIMO más ágil que puede subir escaleras y hasta jugar futbol.
Todavía no es capaz de llevar una conversación de manera fluida, no obstante no tardará mucho tiempo para que esto suceda. De eso no hay duda.
También son una realidad los robots que además de haber sido creados para limpiar y barrer, sirven de compañía para los ancianos.
Asimov tenía razón. Nuestros amigos metálicos vienen en camino; se oyen sus pisadas metálicas. Están a la vuelta de la esquina...
Este texto se publicó en el periódico La Crónica
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