06 julio 2008

Tras seis meses desenmascaran al sanguinario “Verdugo del Niágara”

AFP en Hamilton, Canadá
Un mechón de cabello, seis pedazos de intestino, uno más de un dedo índice, una navaja de cutter y un documento revelador hallados accidentalmente en un sótano, se convirtieron ayer en la última pieza que faltaba para completar el rompecabezas macabro que ha dejado estupefactos a los apacibles habitantes de la ciudad de Hamilton, en Canadá.
Se trata, ni más ni menos, de pruebas irrefutables que vienen a comprobar algo que todos sospechaban, pero que nadie, definitivamente, podía asegurar: Robert Smith, instructor de natación del colegio Anne Marie MacDonald, quien en enero de este año llorara ante las cámaras de televisión el terrible asesinato de seis alumnas, no es otro que el mismísimo “Verdugo del Niágara”.
Hace una semana —cuando la madre de una de las víctimas reveló que en varias ocasiones su hija le había contado que su instructor la había maltratado físicamente— Smith fue encarcelado inmediatamente por sospechoso y ayer a primera hora fue castigado con la inyección letal, permitida en Hamilton desde 1989.
Pero, ¿cómo pudo Smith burlar a las autoridades durante casi seis meses? ¿Dónde ocultó el cuerpo de las seis niñas? ¿Es que acaso no hubo un solo testigo?
El mismo Smith, quien se mostró apacible y hasta amable con sus custodios, no quiso irse con el secreto y llenó uno a uno los huecos que faltaban para resolver el acertijo.
Smith reconoció haber cometido los seis asesinatos y hasta corrigió a las autoridades en el sentido de que del primero al último habían transcurrido apenas cuatro días y no siete como aseguraban.
Y en una actitud que los padres de las occisos calificaron de “cinismo”, se dio el lujo de narrar a detalle:
“Las invitaba a mi casa y les ofrecía un vaso de leche y galletas. Apenas daban el primer sorbo, las comenzaba a golpear. Luego me metía a bañar con ellas; estando totalmente moribundas y con el rostro amoratado, las violaba varias veces...”, relató Smith como si se tratara de un cuento de hadas. En la misma regadera las descuartizaba y metía los pedazos en bolsas negras de basura.
—¿Y los cuerpos?, se le preguntó.
—Conducía durante media hora hasta el Niágara y ahí los arrojaba...
Durante los días siguientes, las autoridades fueron encontrando los cuerpos de las niñas, y cada vez Smith retaba, con lágrimas en los ojos, a las autoridades a que atraparan al despiadado asesino.
En un hecho sin precedentes, se reunió con los familiares de las cinco víctimas que habían sido halladas en el Niágara para tratar de descubrir quién era el psicópata.
Quien no participó fue la señora Jensen —madre de Eleonor, la única que no había sido hallada—, quien durante todos estos meses vivió con fuertes sospechas. “El asesino está más cerca de lo que creemos, tal vez esté en nuestras propias narices”, se atrevió a declarar en clara referencia a Smith.
Meses después revelaba que su hija había sido regañada varias veces por su instructor y que una vez hasta se atrevió a agredirla físicamente.
Por supuesto todos creyeron que eran sólo habladurías, pero no para la policía, que vio motivos suficientes para encarcelar a Smith.
Aún faltaba por descubrir dónde estaba el cuerpo de la sexta niña...
Lo siguiente es digno de Ripley. Sucede que durante el arresto de Smith, nadie se molestó en hacer una revisión en la casa. Realmente no creían que fuera culpable y no lo consideraron necesario.
Pero los perros-policías no entienden de esto, como de olores. Así que en cuanto voltearon, Zeus, un Boxer veterano, ya saboreaba un trozo de algo que parecía un intestino humano.
Al bajar al sótano las dudas se evaporaron: encontraron cabellos con el mismo ADN que Eleonor, cinco pedazos de intestino (el sexto fue imposible quitárselo a Zeus y terminó por devorarlo), un dedo índice con un anillo que tenía una letra “E” formada con pequeñas esmeraldas, un cutter con sangre y una lista con los nombres de sus víctimas:
1.-Nicole
2.-Gisele
3.-Betty
4.- Lisa
5.- Jennifer
6.- Eleonor
Jessica, que sería la séptima víctima, se salvó gracias al hambre de Zeus
Robert Smith tenía 37 años y desde hace 10 era instructor de natación en la primaria Anne Marie MacDonald. Su carácter afable lo hicieron de todas las confianzas en Hamilton, pese a que más bien se conocía muy poco sobre su persona.
No tenía hijos ni pareja sentimental. Desde los 5 años quedó huérfano, razón por la cual se crió en un orfanato hasta cumplir la mayoría de edad.
Al día siguiente de su ejecución, se descubrió una enorme colección de pornografía infantil que estaba oculta detrás de un piano, así como fotografías en las que aparecía violado por un perro. Era un boxer...

1 comentario:

ROJA dijo...

Canijo Zeus! su hambre salvo a la muchachita de ser asesinada, aunque se llevo un intestinito para el camino. No me imagino que cabeza le habría dado Alarma! pero seguro sería muy chistosa.
¿Es nota reciente?