15 noviembre 2012

El Chapo, de carne y hueso

Según la Agencia Federal Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés), Joaquín El Chapo Guzmán, líder del cártel de Sinaloa, es el hombre más peligroso del mundo. Conocidos son sus métodos violentos dentro del negocio del narcotráfico y conocida es la nula compasión que muestra ante sus enemigos.

Sin embargo, esta es sólo una cara del temible capo de capos. La otra faceta de El Chapo es en extremo amable, casi dulce. Tan bromista como un “niño travieso”, que resulta incompatible con las crueles historias que leemos en los periódicos.


Aunque difícil de creer, gente que lo ha mirado a los ojos lo describe como un hombre juguetón, bromista, muy amoroso con sus hijos y romántico con las mujeres. Entre las cosas que no soporta está el cigarro (no fuma y no permite que nadie fume en su presencia) y una de sus mayores debilidades son los tenis Nike (alguna vez tuvo más de 50 pares), los cuales usa cuando viaja a la ciudad.

Estas son algunas de las cosas que narra el periodista y escritor Alejandro Almazán en El más buscado, su más reciente novela, en la que con las herramientas del periodismo, primero, y con su talento como narrador, después,  nos cuenta la historia del capo El Chalo Gaitán, inspirada, desde luego, en la vida del narcotraficante más poderoso del mundo.

La idea de Almazán era mostrar a un Joaquín Guzmán Loera más humano, sin ponerlo a la altura de un monstruo, como intentan las autoridades, pero tampoco sin santificarlo, como hace la gente que se ha visto beneficiada por él.    

“Desde el principio me propuse que iba a escribir una ficción, porque de El Chapo o tienes versiones que lo ponen como un Dios o como el mismísimo Diablo. Yo lo que quería justamente era desmitificar a este personaje, que no fuera ni Dios ni el Diablo, sino un ser humano.

“Si me iba al periodismo, necesariamente iba a caer, creo yo, en no ser tan imparcial o no ser tan honesto, por eso preferí la literatura. Sé que la mejor ficción suele ser la realidad, sin embargo me aventuré a contarlo de esta manera y decirle desde un principio al lector que mi pacto era con la literatura, que todo era una ficción. No quiero mentirle al lector y decirle: ‘aquí está la neta sobre El Chapo, eso no”, explica Almazán.

AMOROSO Y ROMÁNTICO

A decir del autor de Entre perros, Guzmán Loera es un personaje igual de contradictorio que todos los seres humanos.

“Es un ser muy violento, pero a la vez tiene principios, tiene sueños, tiene esperanzas. Realmente no somos tan distintos. Digo ‘tan’, porque, bueno, la gran mayoría no ha rebasado la línea de asesinar a alguien y él sí lo ha hecho. Pero independientemente de que él haya rebasado esa línea, somos muy parecidos en el sentido de que, como todo mundo, llora, se entristece, se enoja”, afirma Almazán.

Abunda: “Hay muchas anécdotas que lo dibujan como un niño travieso, como un hombre que sigue siendo niño. Sí, es violento y todo lo que tú quieras, pero no ha perdido las ganas de hacer travesuras.

“Me contaron, por ejemplo, que hay una viejita en la sierra que tiene gallinas y que El  Chapo suele matarlas, mientras ríe a carcajadas. En cada ocasión la viejita se queda enojada hasta que al otro día va El Chapo y le regala cien gallinas. Eso le divierte. A otras personas les ayuda a construir escuelas, a pavimentar sus calles, a tener luz eléctrica, o hasta les presta sus avionetas para que lleven a la gente al hospital. Todo esto te va retratando el personaje, más allá del que nos quieren mostrar las autoridades.

“Yo sí creo que no sólo El Chapo, sino todos los narcotraficantes, se han convertido en una especie de Secretaría de Desarrollo Social, ante la ausencia del gobierno de una política social y económica. Es cuando entiendes a la gente que te habla maravillas de todos estos personajes; han saldado, de alguna u otra manera, el olvido del gobierno”.

NUEVO PANCHO VILLA

Por el perfil del personaje y su trascendencia en la historia de nuestro país, Almazán no duda en comparar a El Chapo Guzmán con Pancho Villa. Dice que, igual que el revolucionario, el narcotraficante estará presente en nuestra historia y literatura durante las próximas décadas.  
“Él mismo tiene esta idea de que sí, en efecto, puede ser un Pancho Villa. No se considera Pablo Escobar ‑aún cuando llegó a tratarlo y admirarlo‑ porque él sí era extremadamente violento. A El Chapo, en cambio, no le gusta que la gente secuestre, no le gusta que les den droga a los niños; tiene un código de ética interno que difícilmente encuentro en otros grupos delincuenciales como Los Zetas.

Sobre la trascendencia de lo que se conoce como las “novelas del narco”, o “narcoficción”, Almazán dice que los libros que pasen la prueba del tiempo nos servirán en el futuro para entender qué ocurrió en esta época, tal y como nos han servido ahora los libros de Martín Luis Guzmán, Mariano Azuela o Nellie Campobello para comprender el movimiento revolucionario.

En suma, Almazán acepta que El Chapo es culpable de muchas cosas, pero insiste en que no es el único.

“Hay otros malos, y son justamente los que hoy se dicen buenos y que aseguran ser los defensores de la patria. El Chapo, por su parte, es un hombre que si eres su amigo te va dar su mano franca, pero si eres su enemigo te va a golpear dos veces, eso sin duda”, finaliza.  (Juan Carlos Aguilar García)

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