13 septiembre 2007
Alfred Hitchcock, maestro del cameo
Alfred Hitchcock (1899–1980) es quizá el cineasta más conocido de todos los tiempos; su figura regordeta y rostro serio son inconfundibles incluso para el no cinéfilo, que lo llega a ubicar con la misma facilidad con la que reconoce a Charles Chaplin o Buster Keaton. Pero ellos eran actores y Hitchcock... bueno, se supone que debería estar detrás de cámaras.
Sólo se supone, porque en realidad apareció en muchas ocasiones en pantalla, ya sea en la publicidad de sus películas, en la presentación de sus dramas televisivos (con su clásico Good evening), en sus innumerables cameos (aparición breve) dentro de sus filmes, además de que se encargó de difundir su autocaricatura.
Pero, ¿por qué lo hacía? Muchos aseguran que era tan grande su ego que no pudo evitarlo. Posiblemente tengan razón, hay verdad en ello. No obstante, la respuesta va más allá y tal vez se encuentre en sus inicios como director cuando formaba parte de “El Club del Odio”, un grupo de amigos que hacían crítica de cine.
En una ocasión se formuló la siguiente pregunta: ¿para quién se hacen las películas? Mientras otros respondieron que para los productores o el público, Hitch, como él mismo se hacía llamar, no dudó en decir que para “la prensa”.Decía que la prensa influía en el público, el cual a su vez influía en los distribuidores y exhibidores.
“Nosotros (los directores) somos los responsables de que una película triunfe. La mente del público asocia el nombre del director a un producto de calidad. Los actores van y vienen, pero el nombre del director permanece indeleble en la mente del público”, citó Hitchcock.
Su autopromoción, pues, era parte de un “sello de garantía”, de que lo que verían sería un “producto hitchcockiano” de alta calidad. Incluso, dentro de esta autopromoción, su crédito siempre aparecía encima del título de sus películas. A esto se añaden la revista y una serie de antologías que, por supuesto, llevaban su nombre en letras enormes.
APARICIONES.
Hablando de sus cameos —33 en 53 películas—, la primera la hizo en The lodger: a story of the London Fog (1926), su tercera película. De hecho, aparece en dos ocasiones: sentado en una sala de redacción de espaldas a la cámara y con una gorra apoyado en una reja. Según Hitchcock, estos dos cameos se debieron a que necesitaba que alguien llenara un espacio vacío, y como no había quién lo hiciera pues lo hizo él mismo.
Sin embargo, lo que surgió como una necesidad pronto se convirtió en el sello del director y en un guiño para sus seguidores. Sólo así se explica que lo viéramos caminando, leyendo, en traje de aristócrata, como fotógrafo, músico o intentando ver un cadáver.Su segunda aparición la hizo, ya sin necesidad alguna, en Blackmail (1929), en la que un niño lo molesta mientras intenta leer en el metro; Hitchcock termina reprimiéndolo con un sombrerazo.
Con este cameo hace evidente además su particular sentido del humor, que después imprimiría en sus siguientes tomas. Un ejemplo de esto sería North by Northwest (1959), en la cual corre para tomar el autobús, que al final le cierra la puerta en las narices; The birds (1963), en la que sale de una tienda de mascotas con dos terrier escocés, sus perros en la vida real: Stanley y Geoffrey; o Topaz (1969), en la que va en una silla de ruedas empujada por una enfermera (Peggy Robertson, su asistente durante muchos años) y luego, sorpresivamente, se levanta para saludar a un conocido.
Se hicieron tan famosas sus apariciones que el público, apenas iniciada la película, comenzaba a buscarlo. “¿Dónde está Hitchcock? ¿Ya lo viste?”, se preguntaba. El entusiasmo por encontrarlo era tal que se distraía fácilmente de la trama de la cinta. Para evitarlo, Hitchcock decidió aparecer lo antes posible —en los primeros cinco minutos—, para que, una vez saciada su curiosidad, se concentrara en la historia.
INGENIO.
Algunas veces era muy fácil identificarlo, sobre todo cuando hacía algo más que simplemente pasar frente a la cámara, como en Strangers on a train (1951), en la cual sube al tren con un contrabajo que es más grande que él, o en To catch a thief (1955), en la que viaja al lado de Cary Grant, quien lo mira extrañado.
Sin embargo, no siempre era sencillo verlo, sobre todo en las cintas que se rodaban en una sola locación. Si la película se desarrollaba en un mismo lugar, ¿en qué momento podría hacer su aparición?En el caso de Lifeboat (1944) sorprende el ingenio. En el periódico que lee Gus (William Bendix) aparecen dos fotografías de Hitchcock (uno obeso y otro delgado) como muestra de que Reduco, un producto adelgazante, sí funciona.
En Rope (1948) la situación es similar. La historia transcurre en un solo día en un pequeño departamento. Según Guillermo del Toro, en su libro Alfred Hitchcock (Universidad de Guadalajara), aparece muy al principio caminando por la calle, antes de que la cámara entre a la casa. No obstante, la toma está muy lejos y el hombre aparece de espaldas. Imposible saber si es Hitchcock. Lo cierto es que, en el transcurso de la película, mientras va anocheciendo y las luces de la ciudad comienzan a verse por el ventanal, aparece un anuncio de neón de su caricatura.
En Dial M for Murder (1954) también es difícil hallarlo: aparece unos cuantos segundos, pero ¡en una fotografía! En su única comedia The trouble with Harry, se le ve caminando a lo lejos (es necesario pausar el filme para detectarlo). En Rear Window (1954) da cuerda a un reloj en el departamento de un compositor, mientras que en Psycho (1960) aparece de espaldas con un sombrero texano.
La última aparición de Hitchcock fue en Family Plot. Ahí se observa su silueta en el registro público pidiendo dos certificados de defunción. Al final todo dio resultado. Hitchcock se convirtió en una estrella y su figura la del cineasta más conocido de todos los tiempos.
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