La ciencia ficción, a diferencia de cualquier otro género literario, tiene sus miras en el futuro de la humanidad, en nuestro porvenir como especie, aunque sus historias se ubiquen en la Luna, Júpiter o una galaxia lejana aún no bautizada, y pese a que sus protagonistas no sean siempre humanos, sino monstruos marinos o seres mutantes.
Paradójicamente, este género “sobre el futuro” no tiene un futuro promisorio en México, donde las editoriales lo siguen considerando como literatura “para niños” que desatiende problemas torales del país, como si eso le restara mérito a un producto literario que, por otro lado, inserta en sus tramas agudas reflexiones sobre racismo, religión y política, por mencionar algo.
Para Alberto Chimal, quien ha cultivado el género en diversas narraciones, lo que sucede es que “las editoriales mexicanas consideran a la literatura de ciencia ficción como un subgénero poco serio y ajeno a la realidad nacional, cuando su tarea es precisamente otra”.
“La ciencia ficción es una rama de la literatura fantástica que debe proponer algo distinto a la realidad, ya que lo fantástico no funciona si no pone en crisis la noción comúnmente aceptada de lo real. Tiene la obligación de llevar a cabo esa infracción”, explica Chimal, quien imparte un taller de narración en la Universidad Iberoamericana.
“Desgraciadamente ha persistido la idea de que al tratarse de un género importado, la ciencia ficción es literatura efímera, de consumo y por lo tanto desechable”, agrega el autor de la antología Viajes celestes. Cuentos fantásticos del siglo XIX (Lectorum, 2006). Pero, a decir de Chimal, no sólo las editoriales han adoptado esta falsa idea. También algunos círculos académicos insisten en mantener este prejuicio, provocando una disminución en la publicación de títulos del género.
“Se cierran bastante proyectos, diría yo; después de todos estos años, sigue siendo un problema ser considerado escritor de ciencia ficción. Incluso hay veces que se utiliza como insulto”. Para el escritor poblano José Luis Zarate el escenario tampoco ha sido promisorio. Igual que tantos otros, ha tenido que enfrentar duras batallas para dar a conocer su trabajo. Muchos de sus libros los ha publicado en diferentes editoriales (la mayoría independientes).
“Lo que sucede es que en México la ciencia ficción no es un género aceptado por el establishment editorial. De hecho, me ha sido más fácil publicar en España que lograr que aquí un editor lea mi material”, opina Zarate quien agrega resignado: “Pero no me importa, yo sigo escribiendo lo que quiero aunque no deseen publicarlo”.
Lo mismo pasa con los autores clásicos. Pues las colecciones de ciencia ficción en español que retoman obras de autores como Isaac Asimov, Ray Bradbury, Stanislaw Lem, Jack Williamson, Stanley Weinbaum o Murray Leinster, provienen en su mayoría de sellos españoles.
EDAD DE ORO.
Chimal lamenta que actualmente la ciencia ficción mexicana tenga muy pocos representantes, dejando sin continuidad la obra de autores como Horacio Porcayo, Aldo Alba, Ricardo Guzmán Wolffer, Blanca Martínez, Jorge Cubría y el mismísimo José Luis Zarate.
“La mayor parte de los escritores jóvenes que podrían continuar la obra de estos autores, se han decidido por otras vertientes, como el realismo sucio, literatura que no tiene relación con la especulación sobre el futuro y las posibilidades de la existencia.
Al contrario, trata sobre la carencia del futuro, la frustración, la aniquilación de las perspectivas y la destrucción de estas ideas del progreso que tuvieron tanta vigencia en el siglo XX”.Atrás quedaron los años, allá por la década de los 90, cuando se vivió el último gran movimiento de ciencia ficción en México.
“Desde entonces desaparecieron las colecciones dedicadas al género, provocando que los autores se desarrollaran en narraciones de otro tipo”. Y con ellos, se fue la crítica que caracterizó sus textos. “Las obras mexicanas son reconocidas por tener una mayor carga política en comparación con la de otros países, ya que al no situarse en un país productor de tecnología, el género sirvió para cuestionar los abusos de la tecnología existente y su repercusión dañina sobre las grandes masas”.
REVISTAS ENTRAN AL QUITE
José Luis Ramírez escribe en el ensayo Revistas de ciencia ficción mexicana, publicado en el sitio especializado www.ciencia-ficción.com.mx, que los autores de nuestro país han publicado su trabajo mayormente en revistas, no en libros, “debido, en principio, a una tradición creada en Estados Unidos por las Pulp Fiction, revistas donde se publicaban historias de romance y aventuras”.
La primera revista dedicada exclusivamente a la ciencia ficción fue Amazing Stories, creada en 1926 por el escritor Hugo Gernsback. Después vendría otras como Astounding Stories, Wonder Stories, Thrilling Wonder Stories y Galaxy.
En México —escribe Ramírez en su ensayo— las primeras revistas fueron Emoción (1934) dirigida por Alfredo García y Los cuentos fantásticos (1948) y Enigmas (1955), dirigidas por Bernardino Díaz, que publicaban básicamente cuentos extranjeros. “Más tarde, y de aspecto meramente experimental más que de ciencia ficción, aparece en México la revista Crononauta (1964) de Alejandro Jodorowsky y René Rebetez, que se anuncia a sí misma como Revista Mexicana de Ciencia Ficción y Fantasía y es, quizás, la primera en publicar sólo textos escritos originalmente en español”. Poco después se distribuyó en nuestro país Nueva dimensión y en los 70 le tocó el turno a Espacio de Carlos Jaumá Guix.
“No es sino hasta las décadas de los 80 y 90, que comienza a publicarse ciencia ficción mexicana en forma periódica, primero en las páginas de la revista Ciencia y desarrollo (1970) y posteriormente en la revista Umbrales (1992), dirigida por el autor y editor Federico Schaffler.
Fueron estos espacios —junto con la publicación de Asimov en español que se editó en 1994— los que consolidaron el movimiento de ciencia ficción mexicana, cuyo trabajo quedó sintetizado en los tres volúmenes de la antología Más allá de lo imaginado (1991-1993), dirigidas por el mismo Schaffler” . Actualmente no existe una revista significativa del género.
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