Sucede que en una viaje relámpago que hice a Puebla, me encontré a este hombre leyendo su ejemplar de Alarma!. Fue muy cerca del Mercado Victoria —a unas cuantas cuadras del centro— donde todo es marginación y pobreza y donde, por supuesto, no pasa ni de broma el reluciente y moderno Turibus. Y se entiende. Después de todo, esos "turistas asépticos" no pagaron 70 pesos para ver desde una perspectiva de lujo vendedores ambulantes, tampoco para respirar ese penerante olor a pescado (en esa zona se encuentran todas las marisquerías) ni para obtener la foto de un hombre viendo una revista gore.
Esos turistas, claro está, tampoco probaron las riquísimas cemitas que se venden ahí a 17 pesitos. Para qué, si justo enfrente de donde los bajó el Turibus —luego de su ilustrador recorrido en el que un hombre repitió como loro el nombre de cada edificio y el año de su construcción— hay un lujoso Sanborn's esperando con su insípida comida de no menos de 200 pesos. Ellos saben viajar, eso que ni qué.
1 comentario:
Pues creo que en todo caso los dos recorridos deben hacerse: tanto el guiado como el que uno emprende por cuenta propia. Enfrentarse al "verdadero" rostro de la sociedad poblana tampoco es el objetivo de un viaje de recomposición y relax, por algo el turismo muestra exactamente lo mejor de cada lugar. Quien va en ese turibus no paga por oler el pescado ni por recorrer esas calles que por otro lado no son nada agradables, sino por pasarla bien en un lugar en donde es un forastero y no tiene la obligación de embeberse en los problemas sociales que tiene cada región. Lo que se comprende aquí es que para un buen fotográfo en ciernes como tú, no es suficiente, pero no por eso hay que emprenderla contra el turista ocasional que simplemente quiere relajarse sin pensar en el jodido Gober pechocho.
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