16 octubre 2012

"Le saqué los ojos para salvarlo"




María del Carmen muestra arrepentimiento a ratos. En un momento, con la voz quebrada y agobiada por la situación, dice no saber nada de lo que ha sucedido; en otro, habla con tono autoritario y, convencida de que el fin del mundo está cerca, afirma que quien no respete a Dios se hará acreedor a un castigo.
En una de esas sacudidas de su mente y ante la mirada sorprendida de policías ministeriales, suelta una letanía religiosa-apocalíptica: “el próximo lunes (28 de mayo de 2012) se va a registrar un terremoto que va a acabar con el mundo. Tenemos que orar y mostrar cierto respeto a Dios”.

Luego, sin advertirlo siquiera, hace su confesión de los hechos: “Todos tenemos que tener un respeto a Dios y si no es así, pues debemos recibir un castigo. En este caso mi hijo fue irrespetuoso y no obedeció cuando le ordené que cerrara los ojos para orar profundamente, por eso se los saqué”.

En su demencia, asegura que Dios le predijo el fin del mundo, por lo que tenían –ella y su familia– que ser purificadas tres días antes de que llegara el fin. Dice además que tiene poderes sobrenaturales que le permiten tener contacto con Jehová a través de la oración.

RITO SATÁNICO

A estas alturas, la noticia ya dio la vuelta al mundo: el pasado jueves 24 de mayo, durante un ritual religioso –algunos han asegurado que satánico–, María del Carmen Ríos García, de 28 años, le arrancó los ojos a su hijo Fernando, de cinco. Debido a que el niño  no los cerró mientras oraban, como se lo había ordenado, se vio obligada a sacárselos para purificarlos. 

No hubo piedad. Recostó a su hijo en la mesa de la cocina y ahí mismo le sacó los ojos con sus propias manos. Un miembro del equipo de rescate municipal aseguró que se ayudó con una cuchara.  

Fuera de sus cabales, poseída, trastornada, seducida, entorpecida, la madre desoyó los gritos suplicantes de su hijo y labró sin saberlo el horrible futuro que ahora le espera. Su hermana Lizbeth la ayudó sosteniendo la cabeza de su sobrino, quien no paraba de retorcerse de dolor. “Quería salvarlo”, repite la madre una y otra vez durante uno de sus instantes de locura.

Los lamentos, los rezos y las plegarias formaron un ruido tan intenso que llegaron hasta afuera de la casa, ubicada en la calle Graciano Sánchez, en San Agustín Atlapulco, una de las colonias más marginadas del municipio de Nezahualcóyotl en el Estado de México.  

“Oímos los gritos y un muchacho salió corriendo a pedir ayuda”, relató una vecina. El muchacho era Jesús Ríos García, el tercero de los cuatro hermanos que estaba en el ritual, quien espantado ante la sangrienta escena solicitó auxilio.  

Las autoridades no tardaron en llegar. El mismo Jesús fue quien les abrió la puerta de la casa. La imagen permanecerá en la mente de los policías durante el resto de sus días: María del Carmen, con crisis nerviosa, abraza a Fernando, quien sangra abundantemente de sus cuencas. El ojo izquierdo lo ha perdido completamente, mientras que el derecho cuelga, inservible, afuera de su órbita. El niño, pese al enorme dolor que siente, permanece consciente todo el tiempo; serán momentos que tampoco podrá olvidar mientras viva.

Junto a ellos, ocho personas se encontraban en el interior, entre ellas dos menores. Los mayores “estaban en estado psicótico” y aún rezaban por la humanidad con palabras incoherentes. Uno de ellos sugirió: “vamos a matar al niño para sacarle el demonio, hay que evitar un terremoto para salvar este mundo terrenal”. 

Fernando como ofrenda a Jehová para salvar al mundo. Y eso apenas era el principio.  María del Carmen pensaba ofrendar a su otro hijo, de ocho años, y a un bebé de 10 meses, hijo de su hermano. Todos fueron detenidos inmediatamente y conducidos por la policía en estado de trance, “como drogados”.  

RESCATE AÉREO

El niño, en tanto, fue llevado al hospital general La Perla, en Nezahualcóyotl, pero por la gravedad de sus lesiones fue trasladado en un helicóptero al hospital de pediatría de Tacubaya en el Distrito Federal, donde le realizaron una limpieza en las cuencas. Ahí, los médicos detectaron que, debido a la brusca extracción de los globos oculares, comenzó a derramarse líquido cefalorraquídeo, lo cual podría provocar daños cerebrales irreversibles.    

Por ese motivo fue llevado al hospital de Legaria, donde lo intervinieron quirúrgicamente para cerrar la herida de donde salía el líquido cerebral. “Había una fístula, la cual fue cerrada, con lo que se garantizó que no haya mucho mayor daño”, explicó el doctor Gabriel O’Shea, secretario de Salud del gobierno mexiquense, en conferencia de prensa conjunta con el gobernador Eruviel Ávila y el secretario de Salud del Distrito Federal, Armando Ahued.

Una vez superado este problema, se concentraron en tratar de salvar la visión del único ojo que aún tenía consigo. Todo fue imposible. No había nada que hacer. Fernando no volverá a ver nunca más, aunque él todavía no lo sabe.

Después de su operación, Fernando despertó y pidió unas crayolas para dibujar. No tiene conciencia de lo que ha pasado y sólo pregunta por qué no ve y por qué le duelen los ojos. Las enfermeras le acarician la cabeza, lo toman de las manos, pero no saben qué responderle. 

Los médicos han dicho que, antes de anunciarle la pérdida de sus órganos, tendrá que recibir atención psicológica. Indicaron que será necesario colocarle conformadores en las cavidades para evitar que se pierda el espacio para los ojos, los cuales serán sustituidos por prótesis. Éstas serán donadas por el Instituto Oftalmológico Conde de la Valenciana. En un máximo de siete días, Fernando será llevado al Estado de México, donde le serán colocados sus implantes.

Lo terrible para Fernando no será vivir en plena oscuridad el resto de su vida, sino ver  cada noche la imagen enfurecida de su madre agrediéndolo. Ese fue el último recuerdo que se llevó de este mundo cruel… (Juan Carlos Aguilar García)



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