29 octubre 2012

¿Y la cabeza de Lin Jun?


Debido a que siempre se preocupó por difundir la vida que él mismo se había creado, son pocos los datos verdaderos que en internet se conocen sobre su persona.

Hasta antes de 2006, Luka Rocco Magnotta –su nombre oficial– se llamaba Eric Clinton Newman. Sin embargo, en aquel tiempo también le gustaba presentarse como Vladimir Romanov, Kirk Tramme, Mattia del Santo, Jimmy, Angel…

Se sabe que tiene 30 años (nació el 24 julio 1982), que es delgado (pesa 61 kilos) y que es alto (mide 1,78 metros). Se sabe también que es originario de Canadá –y no ruso como muchas veces aseguró– y que es una persona en extremo narcisista. Alguna vez escribió: “No soy gay, pero si lo fuera me casaría y estaría obsesionado conmigo; soy extremadamente bello”.

Tampoco hay duda respecto a sus rasgos necrófilos y su carácter violento. Sus compañeros de infancia declararon a la prensa que aunque siempre tenía un “semblante feliz”, era muy propenso a la violencia inmediata y recordaron que en una ocasión lanzó enfurecido una silla a una profesora.

Si eso no fuera suficiente, hace un tiempo Magnotta ganó notoriedad luego de subir un video a YouTube en el que se veía cómo torturaba a varios gatos.

La otra certeza, la más terrible y escalofriante de todas, es que asesinó a su pareja, la descuartizó y con los pedazos que obtuvo practicó el canibalismo. Hace menos de un mes fue capturado en un café internet en Berlín, mientras revisaba información sobre su mismo crimen. Ya fue deportado a Canadá.



MENTE PELIGROSA
Eso es, más o menos, lo que se sabe verdaderamente de Magnotta. Todo lo demás, aunque muy importante, no dejan de ser sugerencias que no han sido comprobadas. Veamos. Él mismo ha dicho que fue un niño golpeado y que fue abusado sexualmente; que probó el alcohol y las drogas, y que es maníaco depresivo.

Nina Arsenault, una artista transexual canadiense que ha afirmado que tuvo un romance con él, asegura que es “mentiroso, manipulador, irascible, y a menudo autodestructivo”.  

En el mismo sentido, el psiquiatra Gilles Chamberland afirma que Magnotta “exuda rasgos narcisistas y es un tipo histérico y antisocial”.    

Se afirma también que era actor porno; sin embargo, no existe una prueba de eso, más que dos videos borrosos que no son suficientes para acreditarlo como un actor de películas triple equis. En la industria no lo conocen.

Como se observa, un halo de misterio envuelve la vida de Magnotta. Nada concuerda. Su apacible rostro aniñado tampoco coincide con la salvada que cometió contra su pareja, el chino Lin Jun, de 32 años (mentía cuando decía que no era gay). Y es que no se trata únicamente del asesinato, sino de la práctica caníbal de Magnotta y lo que éste hizo después con las partes del cuerpo.



MENSAJERÍA EXPRESS

Según la investigación de la policía, el crimen ocurrió entre el 24 y 25 de mayo de 2010. Asesinó a Lin Jun y posteriormente descuartizó su cuerpo, con el que practicó necrofilia y canibalismo.

Después envió por correo una pierna y una mano a las sedes del Partido Conservador y del Partido Liberal de Canadá, respectivamente. La otra mano y el otro pie las envió a dos escuelas de Vancouver. En tanto, el torso decapitado de Lin Jun fue descubierto el 29 de mayo dentro de una maleta arrojada a la basura en alguna calle de Montreal.

Para ese entonces Magnotta ya estaba muy lejos. El 26 de mayo tomó un vuelo de Montreal a París y luego viajó a Berlín en autobús. Su aventura duró apenas nueve días.

Luego de deambular durante varios lugares, la interpol le siguió la pista y capturó a Magnotta el 4 de junio, mientras se encontraba en un café internet en Berlín. Dos semanas después fue trasladado a Canadá, donde será sometido a un juicio.

Hasta ahora se sabe muy poco de su familia. Las autoridades la buscaron en la localidad cercana de Peterborough, pero fue poco lo que obtuvieron.

La madre se negó a hacer cualquier declaración, mientras que la hermana dijo: “Hace mucho tiempo que no lo vemos. Todo esto ha sido muy duro para nosotros”.   

Otro familiar de Rocco Magnotta que pidió no ser identificado fue más contundente: “Es una bomba de relojería. Es un tipo que sólo tiene apariencia, es un enfermo mental. Tiene delirios de grandeza e inventa historias que luego él mismo se cree”.

Magnotta es un megalómano consumado: observa su reflejo bello, irresistible. Se siente superior, aunque en el fondo es extremadamente inseguro. Necesita sentir que es alguien importante, por eso sus mentiras sobre su glamoroso estilo de vida, por eso sus extravagancias que no olvida subir a internet para que todos las vean.

Después de todo, que sus actos dieran la vuelta al mundo no fue nada malo para él, el “grandioso y magnífico” Luka Rocco Magnotta. Ahora las cosas comienzan a tener sentido. Después de los estudios psicológicos que le realicen, las dudas comenzarán a despejarse.

Sólo queda un pequeño misterio que hasta ahora nadie ha podido resolver: ¿dónde quedó la cabeza de Lin Jun? (Juan Carlos Aguilar García).

22 octubre 2012

¡Guerra Zeta!


Diego Enrique Osorno es un periodista temerario. En su afán por narrar la terrible violencia que ha marcado con sangre al último sexenio, decidió descender a lo más oscuro del hombre para observar con sus propios ojos lo que ya sabía. No hubo sorpresas, desde luego, pero sí mucha tristeza y amargura.      

Una amargura de la cual sólo pudo librarse escribiendo frenéticamente todas las noches. Aunque suene a lugar común, fue la única manera que encontró para obtener un poco de paz.

Y no era para menos. Durante los últimos diez años, Osorno ha seguido de cerca el crecimiento de una de las bandas criminales más sanguinarias del país: Los Zetas. El resultado es el libro de crónicas La guerra de los Zetas. Viaje por la frontera de la necropolítica (Grijalbo), en el que Osorno reúne 14 relatos, producto de sus viajes por Tamaulipas y Nuevo León.

Lo que encontró fue desolador: cientos de crímenes cometidos con terrible saña, desapariciones forzadas y pueblos enteros desplazados. Y lo peor: un tejido social resquebrajado, unido apenas por hilos de rencor y un deseo irreprimible de venganza, que es el caldo de cultivo para que esta guerra continúe. 

¿Qué busca Osorno? ¿Qué quiere? El escritor Juan Villoro responde en el prólogo: “…no es el tremendismo lo que guía su prosa, sino el deseo de entender con empatía el destino de las víctimas”.

Y en esa búsqueda se hace presente el acierto más claro del libro: dar forma a toda esta violencia que hasta ahora sólo conocemos de manera fragmentada por la prensa y los noticiarios televisivos.

Las crónicas de Osorno unen y dan forma a toda esta vorágine violenta y, en consecuencia, nos permiten dimensionar el problema. “Es un caleidoscopio –apunta de nuevo Villoro– cuya unidad depende de la fuerza articuladora de la reflexión: de manera asombrosa, la disolución del país puede tener explicaciones de conjunto”.

TRAGEDIA HUMANITARIA

Pero dejemos que sea el propio Osorno quien reflexione sobre el temible cártel y la violencia que ha generado. Sobre lo que vio en la frontera, especialmente en Tamaulipas, dice en entrevista:   

“Las libertades civiles están rotas. La libertad de prensa, la libertad de tránsito, la libertad para salir a un lugar o no. Porque el planteamiento que se ha hecho es muy engañoso, se nos ha dicho: ‘O un estado narco o un estado militar’. Esa es la opción que se nos plantea.

“Obviamente tanto una como otra opción, va contra lo que los ciudadanos hemos anhelado tanto tiempo: el fortalecimiento de las instituciones civiles; esa es, digamos, la parte más amable de la tragedia humanitaria que se vive ahí.

“La parte más dramática es la existencia de muchas fosas donde están enterradas personas que no sabemos qué participación tuvieron o no en este conflicto. La tragedia humanitaria tiene que ver con el número de desapariciones forzadas que conservadoramente se estima en veinte mil por parte de organismos internacionales. La tragedia humanitaria tiene que ver con el desplazamiento de pueblos enteros a causa de esta violencia”.

Desgraciadamente, dice, la gente ha comenzado a acostumbrarse a vivir codo a codo con la violencia. 

“Hace un año nos enteramos que fueron encontradas cinco fosas clandestinas en el municipio de San Fernando, en Tamaulipas, y que había alrededor de 300 personas enterradas, y uno pensaría que pasaría algo, ¡pero no pasó nada! Después vino la tragedia del casino Royal y tampoco ocurrió nada”, afirma un Osorno incrédulo.

Luego reflexiona: “Lo peor del horror es que se normalice. Yo creo que la especie humana tiene futuro todavía en esos pueblos y ciudades, por eso escribí el libro. Creo que todavía vale la pena vivir, creo que todavía vale luchar contra la necropolítica, cuestionarla, denunciarla. No podemos resignarnos a vivir en una sociedad donde puedan aparecer 49 torsos humanos a la orilla de la carretera como si nada ocurriera. No, no podemos”.    

FALSA GUERRA

Para el también autor de País de muertos es muy claro que esta supuesta guerra contra el narco es incitada  por la misma clase política por los beneficios políticos y económicos que esto trae.

Una farsa que según distintas organizaciones ha costado cerca de 70 mil muertos, aunque algunos enterados, como el empresario Mauricio Fernández Garza, presidente municipal de San Pedro García Garza, Nuevo León, ha calculado 250 mil, esto debido a las decenas de masacres que no se han dado a conocer a la opinión pública.       

“En una situación como en la que estamos, la violencia extrema no es desgraciadamente particularidad de uno u otro bando, está ya desbordada, porque tuvimos un presidente que irresponsablemente usó el tema del narcotráfico para resolver su crisis política, y permitió que se levantara toda una industria de guerra a la que no le interesa en lo más mínimo resolver el 
tema del narcotráfico.

“Lo que le interesa es mantener su maquinaria aceitada, funcionando, para que quienes la controlan sigan teniendo una importancia en el poder político y para que algunos también se beneficien económicamente.

“A ellos no les importa que los Zetas desaparezcan ni nada; les importa mantener este planteamiento de que la violencia se resuelve con violencia. Esta dinámica hace que todos los grupos involucrados, e incluso los ciudadanos de a pie, se vuelvan muy violentos”, finaliza Osorno. (Juan Carlos Aguilar García)

16 octubre 2012

Yongming: ¡un monstruo caníbal!






El 17 de noviembre de 1957, en una pequeña granja de Plainfield, en Wisconsin, la policía decidió inspeccionar el hogar del introvertido Ed Gein, uno de los principales sospechosos de la desaparición de la señora Bernice Worden.

No lo hubiera hecho. Al cruzar la puerta, los agentes policiacos presenciaron las imágenes más repulsivas de toda su vida. Lo escandaloso y horrendo condensado en una pequeña habitación decorada con cuerpos colgantes partidos por la mitad, sillones y lámparas elaborados con piernas humanas y vasijas hechas con los cráneos de sus víctimas.

La noticia dio rápidamente la vuelta al mundo y por lo inaudito del caso, pronto sirvió de inspiración para escritores (Robert Bloch) y cineastas (Alfred Hitchcock, Tobe Hooper, Jonathan Demme) que encontraron en la realidad el mejor material para sus más sangrientas fantasías.

CHINO CANÍBAL

Ahora, casi 55 años después, algo similar ocurrió en China cuando a finales de abril de este año la policía inspeccionó la casa de Zhang Yongming, principal sospechoso de la desaparición de un muchacho de 19 años, según información de la agencia local Guangxi News.     

Y es que además de encontrar el celular y una tarjeta de crédito de la víctima –con lo cual quedó comprobada su culpabilidad– los policías hallaron decenas de globos oculares conservados en botellas de licor. Además, se encontraron bolsas de plástico verde con restos de carne, aparentemente humana, colgando en el frente de su casa; dentro podrían verse varias osamentas.       

Ahora Yongming, de 56 años, no sólo es responsable de la muerte del muchacho por quien comenzaron las pesquisas, sino también el principal sospechoso de haber asesinado a por lo menos veinte jóvenes, a quienes habría descuartizado para luego vender sus restos como “carne de avestruz”. Lo que le sobraba se lo daba de comer a los perros.    

Los investigadores sospechan de él, debido a que los jóvenes habían desaparecido justamente de la misma localidad donde vive Yongming (en el pueblo de Nanmen, en la provincia de Yunnan, suroeste de China). Algunos, incluso, vivían a sólo unos metros de su casa.   

NEGROS RECUERDOS

Al ser entrevistados por los reporteros, los vecinos no dudan en llamar a Yongming “monstruo caníbal”, a quien describen como un hombre solitario que no tenía contacto con ninguno de sus vecinos.

El caso de Yongming –quien ya había cumplido una condena de 20 años por homicidio– ha traído al presente viejas heridas que la sociedad aún no puede sanar.

El canibalismo sigue siendo un tema delicado debido a que fue practicado durante el Gran Salto Adelante en los años 50. Se trata de un episodio ocurrido durante la época maoísta que provocó la hambruna y decena de millones de muertos.    

También existieron algunos casos de “canibalismo político” que se registraron durante la revolución cultural –entre la década de los 60 y 70 del siglo XX– cuando hubo cuerpos de enemigos de la revolución comunista que fueron devorados.
  
Para Joseph Cheng, investigador de la City University de Hong Kong, provincia fronteriza con Yunnan, "un caso como éste refleja el lado atrasado de la sociedad, que perjudica la imagen de la provincia y es probablemente lo que explica el que el caso trate de ser ocultado".

Por lo pronto, Yongming será investigado y procesado si es encontrado culpable. Después tal vez sea materia de un argumento cinematográfico que inmortalice sus fechorías y le asegure un lugar en la galería de los horrores del siglo XXI. (Juan Carlos Aguilar García)


"Le saqué los ojos para salvarlo"




María del Carmen muestra arrepentimiento a ratos. En un momento, con la voz quebrada y agobiada por la situación, dice no saber nada de lo que ha sucedido; en otro, habla con tono autoritario y, convencida de que el fin del mundo está cerca, afirma que quien no respete a Dios se hará acreedor a un castigo.
En una de esas sacudidas de su mente y ante la mirada sorprendida de policías ministeriales, suelta una letanía religiosa-apocalíptica: “el próximo lunes (28 de mayo de 2012) se va a registrar un terremoto que va a acabar con el mundo. Tenemos que orar y mostrar cierto respeto a Dios”.

Luego, sin advertirlo siquiera, hace su confesión de los hechos: “Todos tenemos que tener un respeto a Dios y si no es así, pues debemos recibir un castigo. En este caso mi hijo fue irrespetuoso y no obedeció cuando le ordené que cerrara los ojos para orar profundamente, por eso se los saqué”.

En su demencia, asegura que Dios le predijo el fin del mundo, por lo que tenían –ella y su familia– que ser purificadas tres días antes de que llegara el fin. Dice además que tiene poderes sobrenaturales que le permiten tener contacto con Jehová a través de la oración.

RITO SATÁNICO

A estas alturas, la noticia ya dio la vuelta al mundo: el pasado jueves 24 de mayo, durante un ritual religioso –algunos han asegurado que satánico–, María del Carmen Ríos García, de 28 años, le arrancó los ojos a su hijo Fernando, de cinco. Debido a que el niño  no los cerró mientras oraban, como se lo había ordenado, se vio obligada a sacárselos para purificarlos. 

No hubo piedad. Recostó a su hijo en la mesa de la cocina y ahí mismo le sacó los ojos con sus propias manos. Un miembro del equipo de rescate municipal aseguró que se ayudó con una cuchara.  

Fuera de sus cabales, poseída, trastornada, seducida, entorpecida, la madre desoyó los gritos suplicantes de su hijo y labró sin saberlo el horrible futuro que ahora le espera. Su hermana Lizbeth la ayudó sosteniendo la cabeza de su sobrino, quien no paraba de retorcerse de dolor. “Quería salvarlo”, repite la madre una y otra vez durante uno de sus instantes de locura.

Los lamentos, los rezos y las plegarias formaron un ruido tan intenso que llegaron hasta afuera de la casa, ubicada en la calle Graciano Sánchez, en San Agustín Atlapulco, una de las colonias más marginadas del municipio de Nezahualcóyotl en el Estado de México.  

“Oímos los gritos y un muchacho salió corriendo a pedir ayuda”, relató una vecina. El muchacho era Jesús Ríos García, el tercero de los cuatro hermanos que estaba en el ritual, quien espantado ante la sangrienta escena solicitó auxilio.  

Las autoridades no tardaron en llegar. El mismo Jesús fue quien les abrió la puerta de la casa. La imagen permanecerá en la mente de los policías durante el resto de sus días: María del Carmen, con crisis nerviosa, abraza a Fernando, quien sangra abundantemente de sus cuencas. El ojo izquierdo lo ha perdido completamente, mientras que el derecho cuelga, inservible, afuera de su órbita. El niño, pese al enorme dolor que siente, permanece consciente todo el tiempo; serán momentos que tampoco podrá olvidar mientras viva.

Junto a ellos, ocho personas se encontraban en el interior, entre ellas dos menores. Los mayores “estaban en estado psicótico” y aún rezaban por la humanidad con palabras incoherentes. Uno de ellos sugirió: “vamos a matar al niño para sacarle el demonio, hay que evitar un terremoto para salvar este mundo terrenal”. 

Fernando como ofrenda a Jehová para salvar al mundo. Y eso apenas era el principio.  María del Carmen pensaba ofrendar a su otro hijo, de ocho años, y a un bebé de 10 meses, hijo de su hermano. Todos fueron detenidos inmediatamente y conducidos por la policía en estado de trance, “como drogados”.  

RESCATE AÉREO

El niño, en tanto, fue llevado al hospital general La Perla, en Nezahualcóyotl, pero por la gravedad de sus lesiones fue trasladado en un helicóptero al hospital de pediatría de Tacubaya en el Distrito Federal, donde le realizaron una limpieza en las cuencas. Ahí, los médicos detectaron que, debido a la brusca extracción de los globos oculares, comenzó a derramarse líquido cefalorraquídeo, lo cual podría provocar daños cerebrales irreversibles.    

Por ese motivo fue llevado al hospital de Legaria, donde lo intervinieron quirúrgicamente para cerrar la herida de donde salía el líquido cerebral. “Había una fístula, la cual fue cerrada, con lo que se garantizó que no haya mucho mayor daño”, explicó el doctor Gabriel O’Shea, secretario de Salud del gobierno mexiquense, en conferencia de prensa conjunta con el gobernador Eruviel Ávila y el secretario de Salud del Distrito Federal, Armando Ahued.

Una vez superado este problema, se concentraron en tratar de salvar la visión del único ojo que aún tenía consigo. Todo fue imposible. No había nada que hacer. Fernando no volverá a ver nunca más, aunque él todavía no lo sabe.

Después de su operación, Fernando despertó y pidió unas crayolas para dibujar. No tiene conciencia de lo que ha pasado y sólo pregunta por qué no ve y por qué le duelen los ojos. Las enfermeras le acarician la cabeza, lo toman de las manos, pero no saben qué responderle. 

Los médicos han dicho que, antes de anunciarle la pérdida de sus órganos, tendrá que recibir atención psicológica. Indicaron que será necesario colocarle conformadores en las cavidades para evitar que se pierda el espacio para los ojos, los cuales serán sustituidos por prótesis. Éstas serán donadas por el Instituto Oftalmológico Conde de la Valenciana. En un máximo de siete días, Fernando será llevado al Estado de México, donde le serán colocados sus implantes.

Lo terrible para Fernando no será vivir en plena oscuridad el resto de su vida, sino ver  cada noche la imagen enfurecida de su madre agrediéndolo. Ese fue el último recuerdo que se llevó de este mundo cruel… (Juan Carlos Aguilar García)


15 octubre 2012

Günter Wallraff: el maestro del engaño


En octubre de 1985 la publicación de un libro provocó una verdadera conmoción en Alemania. Se trataba de un crudo relato que a través de Alí, un inmigrante turco, narraba a detalle la discriminación y el racismo que se ejercían sistemáticamente contra los extranjeros en aquel país.

Una incómoda radiografía que en poco tiempo vendió más de dos millones de ejemplares y que hasta ahora ha sido traducida a 38 idiomas, convirtiéndose así en el mayor best-seller de la posguerra.

El libro era Cabeza de turco (en alemán Ganz unten, literalmente “En lo más bajo”) y su autor el periodista y escritor Günter Wallraff (1942), quien en su deseo de comprobar los prejuicios de la sociedad alemana, decidió despojarse de su personalidad y adoptar, durante dos años, la de Alí.

Experto en representar distintas identidades desde los años sesenta –desde entonces ya había suplantado varias personalidades que le permitieron descubrir violaciones a los derechos de los trabajadores–, Wallraff considera que cuando no es posible conseguir información, “hay que enmascararse para desenmascarar a la sociedad, hay que engañar y fingir para averiguar la verdad”.

La metamorfosis

En este caso, enmascararse de Alí significó sufrir en carne propia los maltratos y humillaciones que padecían los inmigrantes turcos. Sabía que no sólo no sería una tarea fácil, sino que conforme fuera avanzando en su método –que denomina “ciencia de la observación participativa”– las situaciones que enfrentaría serían cada vez más peligrosas.

Él mismo estuvo decidido a llevar la experiencia hasta las últimas consecuencias. Con una peluca, un bigote falso, una vestimenta desaliñada y hablando un alemán rudimentario, Wallraff (Alí) estuvo en una granja con las peores condiciones de trabajo, fue músico callejero en pleno invierno e incluso se atrevió a encarar a aficionados neonazis en un partido de futbol entre Alemania y Turquía en el Estadio Olímpico de Berlín.

Pero eso fue sólo el principio. Dispuesto a hacer los trabajos más insalubres, fue, entre otras cosas, trabajador en un McDonald’s, conejillo de indias en una farmacéutica, chofer de un traficante de hombres y obrero en la planta nuclear de Thyssen, donde los trabajadores –que además laboran sin ningún tipo de protección– cubren jornadas de más de veinte horas continúas por un sueldo miserable. 

Si bien es cierto que Alí es uno de sus personajes más representativos, en casi medio siglo de labor profesional ha realizado decenas de caracterizaciones que han sido descritas en varios reportajes.

Prueba de ello es Con los perdedores del mejor de los mundos (2009) en el que Wallraff da vida a una serie de individuos con los que pone al descubierto diferentes prácticas ilícitas y de corrupción.

En este nuevo reportaje Wallraff denuncia “el lado oscuro del supuesto mundo feliz de la opulencia” al trabajar en un Starbucks y en los principales Call center de Alemania, así como al disfrazarse de negro y de indigente. Literalmente descendió a la escala social más baja (se 
convirtió en un lumpen) e intentó convivir normalmente con la sociedad.

Recibió una bofetada en el rostro. Un portazo en las narices. “Respeto que existas, sé que tienes tus derechos, pero desaparece de mi vista”, era la respuesta que invariablemente recibía cada día, en una Alemania que se ufanaba de ser benévola con los extranjeros.

Maestro del disfraz

Son casi 50 años de despojarse de su propia personalidad y de adoptar otra. Casi una tercera parte de su vida no ha sido él, sino otro. Porque no sólo es disfrazarse, sino vivir la situación las 24 horas del día, durante el tiempo que sea necesario. ¿Es necesario llegar a este punto? ¿Por qué lo hace?

Asegura que, además de ir en busca de la aventura, su interés es revelar situaciones que de otro modo no podría denunciar. En una entrevista realizada por el periodista mexicano Marco Lara Klahr, habló Wallraff sobre su impulso por encubrirse.

“Creo que es más que el periodismo, se ha convertido en la tarea de toda mi vida, casi podría decirse que en una obsesión, no sé cómo definirlo. No me gusta utilizar el término de periodismo de ‘investigación’ o ‘revelación’. Muchos de mis esfuerzos por defender los derechos humanos los hice publicando un asunto, en otros casos logré mejorar algo sin necesidad de hacerlo.

“Mi método de trabajo se ha ido desarrollando durante mis primeros años de periodista, cuando empezaba a laborar en fábricas como trabajador alemán, en Ford, Siemens y Thyssen, y se publicaban mis artículos en periódicos de sindicatos. Sigue existiendo, sin embargo, el temor principal de mi vida, el que sigue apareciendo en mis sueños, que es el de ser descubierto”.


Respecto a la abierta subjetividad que implica su actividad –y que se opone a lo que dicta la concepción clásica del periodismo– afirmó en otro momento:


“Todo el mundo se implica de algún modo, tiene su orientación, su pertenencia. No pasa nada, sólo hay que decirlo abiertamente. Yo no pertenezco a ningún partido, pero me siento cercano a los débiles. No puedo comportarme como si existiera la objetividad absoluta. Los que más la predican suelen ser los más parciales, al final resulta que pertenecen a la corte de algún político que se los lleva de viaje para que se encarguen de la cobertura informativa. Esos saben por lo general más de lo que pueden contar: y que no se les ocurra irse de la lengua porque entonces tienen en el negocio los días contados”.


En todos estos años, Wallraff ha sido demandado en numerosas ocasiones por trabajar con una identidad que no le corresponde; “es ilegal”, acusan. Sin embargo, ha ganado todos los juicios porque el Tribunal Federal Supremo consideró que este método es justificable si la información revelada es más importante que el hecho de haber cambiado de rol.


Ha sido tan bien recibido su método de investigación que su apellido ya es un verbo: “wallrafear”, es decir, disfrazarse para conseguir información que de otro modo sería imposible obtener.


Ahora cientos de seguidores en todo el mundo siguen su ejemplo. Wallraff no está solo, como tampoco lo están los miles de desposeídos en quienes centran su trabajo.