10 febrero 2009

Una historia de fantasmas

Desde hace algún tiempo he tenido ganas de escribir una historia sobre un detective privado. Sería al más puro estilo de los relatos clásicos del género, como el que nos regalara Robert Bloch en su grandiosa novela "Pirómano".
Al igual que aquel, el mío también estaría obsesionado con el asesino, sin embargo sus problemas con la bebida y esa terrible soledad en la que está sumergido le impiden colocar correctamente la última pieza que resolvería el acertijo.
Se sabe cerca, pero justo cuando está a nada de atrapar a su presa, queda paralizado. No sabe qué hacer. Para relajarse toma un trago, dos y diez más... Entonces se queda dormido y su tormento continúa al otro día.
Como podrán imaginarse, mi detective, como algunos otros, tiene un trauma de infancia que no lo deja vivir tranquilamente. Padece insomnio y a ratos sufre fuertes dolores de espalda. Ha sustituido las palabras por los cigarros: fuma todo el día y apenas pronuncia una sola palabra.
Le gusta la lluvia. Corrijo. Le gusta caminar bajo la lluvia, solo, siempre solo. De hecho ese sería el inicio del relato. Mi personaje vendría caminando en medio de la calle y su figura quedaría enmarcada en una enorme Luna brillante. Tiene un aspecto deplorable. Se ve mal. Está llorando. Pero, ¿por quién? Tal vez por alguien que se fue o, mejor aún, por alguien que nunca ha existido; por un fantasma...
Todo esto es más o menos lo que quiero escribir, pero no había encontrado ni el momento ni el ánimo. Hoy tengo ambas cosas...

2 comentarios:

Jesús Serrano Aldape dijo...

pues suena muy bien, en lugar de empinar el codo para empujarte esos panalitos, deberías tomar la pluma. Por cierto, ¿porqué no me extraña el tópico de tu relato?, la soledad y la ausencia...

Jorge Tovalín González-Iturbe dijo...

Jajaja, la soledad y la ausencia.

A ver cuando nos vemos cabrón!