Juan Carlos Aguilar García
Para 1963, los mejores tiempos del temible capo Vito Genovese habían quedado atrás. Luego de ocupar el peldaño más alto en la Cosa Nostra y de tener una gran influencia política, presenciaba la llegada de una nueva camada de jóvenes mafiosos –con un método mucho más siniestro– en la cual él ya no tenía cabida.
El mundo del hampa (y el mundo en general) llegaba a niveles de violencia que ingenuamente se creían inalcanzables. Ese mismo año, por ejemplo, nos enteraríamos del asesinato del presidente John F. Kennedy. Se respiraba, pues, un aire enrarecido que, seis años después, terminaría por contaminar completamente un tal Charles Manson con sus atroces crímenes en la mansión de la actriz Sharon Tate, en Beverly Hills.
En México, las cosas no eran muy diferentes. La gente aún se estremecía al recordar los escabrosos asesinatos de Gregorio Goyo Cárdenas, El estrangulador de Tacuba, cometidos a principios de la década de los cuarenta.
Este apenas sería uno de los innumerables casos que se vivirían en el siglo XX, tan pródigo en terribilísimas historias de crímenes. Vendrían después casos escabrosos como los del desequilibrado Higinio Sobera de la Flor, el del luchador Pancho Valentino, el mata curas, y uno más que paralizaría a todo un país: Las Poquianchis.
LLEGA ALARMA!
En este contexto fue que surgió, el 17 de abril de 1963, el semanario Alarma!, dirigido por Don Carlos Samayoa Lizárraga. Desde su aparición, se convirtió en la más emblemática de las de su tipo. Heredera de publicaciones como Crimen, Alerta, Manos arriba y Magazine de Policía, esta nueva publicación se caracterizó desde el principio por su contundencia, al llevar lo sangriento a niveles demenciales.
Su sello distintivo: fotografías extremadamente crueles. Son bofetadas al inconsciente que nos recuerdan nuestra fascinación por la muerte. Cuerpos calcinados, mutilados, ¡sin rostro! Todo a página completa y con el mayor acercamiento posible. La contundencia también se apreciaba en su logotipo: la palabra “alarma” escrita con un dedo sangriento ante el cual nadie puede mantenerse inmune. Y abajo, la leyenda que no deja lugar a la duda: “Únicamente la verdad”.
Por sus páginas lo mismo han desfilado asesinos en serie, ladrones, funcionarios, maniáticos, amas de casa, niños e incluso animales, en un siniestro ejercicio de democracia: en determinado momento, cualquiera (incluso tú, que lees esto ahora) puede ocupar algún espacio entre sus secciones; no se discrimina a nadie por más inocente que se pretenda ser.
Así ha sido en este casi medio siglo de historia, sólo con una interrupción de cinco años –de mayo de 1986 a junio de 1991–, tiempo durante el cual no se publicó la revista. Fuera de esa suspensión, todo ha sido un fiel espejo del lado oscuro del hombre y de lo que éste es capaz de hacer en circunstancias límite.
Así se puede advertir en la edición que tiene el lector en las manos, la número mil, tal y como se pudo leer también en el primer número, hoy clásica, por la cual muchos lectores estarían dispuestos a pagar varios miles de pesos.
¿Cuál fue la portada de ese primer número? ¿Qué informó en aquel entonces el semanario policiaco más importante del mundo?
LA PRIMERA PORTADA
Se trató de la historia de una ex vedette venida a menos que de un día para otro fue recluida en la cárcel de mujeres, acusada de contrabandear casimir inglés.
Raúl Suárez, el reportero que cubrió la nota, escribió: “En las páginas siguientes encontrará el lector una versión completa del sensacional caso de una linda y joven mujer que fue artista, comerciante y hoy, presa”.
Su nombre era Aida Araceli Farrera Carrasco, quien gozó de las mieles del éxito “en la época del desnudismo en el cine gracias a su maravilloso cuerpo y a su distinguida presencia que la llevó al mundo de las cámaras y las tablas”.
Sucedió que luego de su paso por el medio artístico, del cual se retiró debido a la crisis del medio, decidió incursionar como comerciante.
No contaba con que agentes de la Procuraduría de la República catearían indebidamente su casa, y que luego sería conducida a una cárcel preventiva, para finalmente ser recluida en la cárcel de mujeres de Iztapalapa, sin siquiera ser enjuiciada.
El reportero sacaba jugo de esta sensacional historia al redactar del siguiente modo: “La escultural y bella ex vedette estaba acostumbrada a las candilejas, al bullicio de los públicos y al esplendor de la popularidad. No obstante, hoy en su entorno todo son sombras, rejas y silencio”.
En tanto, la ex vedette clamaba justicia: “Soy inocente, soy inocente. Esto es un error. Confío en la gente y la justicia, pues tengo la documentación de los casimires. Esto no es más que una experiencia más en mi vida y no me dejaré oprimir ni abatir por las circunstancias”, afirmaba en entrevista la demacrada Aida.
Con esta peculiar nota, que hoy no podemos dejar de calificar como ingenua, daba inicio todo un estilo periodístico para abordar los acontecimientos policiacos.
Un estilo liderado por el maestro Samayoa Lizárraga, autor del celebérrimo “Matóla, violóla y encostalóla”, que hasta la fecha conserva el actual director.
4 comentarios:
HOLA.
LLEGUE A TU BLOG DE PURA CASUALIDAD Y ME PARECE INTERESANTE QUE SEPAS TANTO DE LA HISTORIA DE ESTE SEMANARIO. aCTUALMENTE ESTOY INICIANDO UNA INVESTIGACIÓN SOBRE LA "RATA DE LA MERCED". ME COMENTAN QUE LA ALARMA MANEJO LA INFORMACIÓN SOBRE LA NOTA, PERO NO HE ENCONTRADO NADA. SABES EN QUE AÑO OCURRIÒ. O SI NO MANEJARON LA NOTA. ME SERÌA DE GRAN AYUDA TU INFORMACIÒN. GRACIAS (dios93@hotmail.com)
Si, ese fue un caso muy famoso... Una rata que durante meses se alimentó de desperdicios de basura. Fue tanto lo que comió, que alcanzó un tamaño increible.
Y sí, sé algo de la revista, sucede que el texto que leiste, se publicó justo ahi hace un par de semanas.
Te mando un saludo y dejame ver si te consigo la fecha exacta de aquella buena e inocente ratita...JC
La rata no era tal, era un tlacuache aventurero. Y eso fue por 1996
Pues felicidades. La Alarma, en especial en su número dedicado a los narco satánicos en los noventa, fue el causante de muchas noches de insomnio. La verdad es muy difícil ver esta revista, tiene un público muy acotado y creo que dentro del morbo han creado un estilo bastante denso. Lo que sí les reconozco es la gran subversión y nivel de transgresión que pueden llegar a alcanzar, el humor macabro, como eso de poner mil cabezas en la portada del número mil, !qué bárbaros!, pero quien capte la irónia, entenderá más la necesidad de que existan estos medios.
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