09 octubre 2011

¡Venganza bullying!

Por un instante, apenas una milésima de segundo, el Diablo se apoderó de sus actos. No fue él –el chico callado e introvertido– quien disparó el arma. Fue sólo un instrumento de la maldad. Un ejecutor. Victimario y víctima.
Fue el dedo que jaló el gatillo del revólver calibre .38 en contra de su maestra, ante 25 compañeros que miraron consternados la tragedia. Y el que luego corrió extasiado fuera del salón de clases para terminar la obra con un acto suicida: dos disparos. Uno de ellos va directo a la cabeza y le hace un enorme boquete. Destroza el tejido y luego el cráneo; salen disparados diminutos fragmentos de hueso y chisguetes de sangre cubren su rostro.
Paramédicos acudieron a su auxilio pero ya era demasiado tarde: David Mota Nogueira, de apenas 10 años de edad, murió una hora más tarde tras sufrir en el hospital dos paros cardiorrespiratorios. La maestra, Rosileide Queiros de Oliveira, de 38 años, fue operada de emergencia. Le extirparon una bala que tenía alojada en la cadera y ya se encuentra fuera de peligro.
El drama se consumó en unos cuantos minutos. El saldo: un muerto, una familia destrozada, un herido, y una sociedad, en este caso la brasileña, consternada por los lamentables acontecimientos. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿En qué momento? Esas fueron las preguntas que se quedaron sin respuesta.
Y en medio de la terrible consternación, a los brasileños les llegó de golpe el feo recuerdo de la matanza escolar que vivieron hace apenas cinco meses, en abril, a manos de Wellington Menezes de Oliveira, un joven de 23 años que mató a tiros a 12 niños para luego suicidarse. La herida sangró de nuevo.
TRÁGICO FIN
Mota Nogueira era un niño retraído. En general tenía buen comportamiento, aunque por momentos, según la profesora Rosileide, “acostumbraba hacer bromas violentas con los amigos y responder de forma grosera”.
Fuera de esos rasgos antisociales, se trataba de un buen estudiante que no hacía daño a nadie. Pero entonces, ¿qué lo llevó a cometer tal atrocidad? El Diablo apoderándose de su voluntad es una metáfora, pero nada más.
Según fuentes policiales, Nogueira era presa de bullying (acoso escolar) debido a una deficiencia que padecía en las piernas. Esta situación lo habría convertido en un niño solitario y especialmente ensimismado.
La maestra ya había advertido a las autoridades escolares de esta situación y había recomendado que el niño acudiera a un colegio especial. Pero nadie hizo caso. Tampoco lo tomaron en serio sus compañeros cuando Nogueira les dijo un día anterior que asesinaría a la maestra y que luego se suicidaría. “Dijo que lo haría, pero nunca explicó los motivos. No le creímos nada”, relató uno de sus compañeros.
La mañana del crimen, el jueves 22 de septiembre, Nogueira despertó con su objetivo tatuado en la mente: luego de alistarse para salir de su casa, incluyó en su mochila el revólver de su padre, quien es policía municipal de la ciudad.
En la reconstrucción de hechos, se supo que el padre se percató que su arma no estaba en su sitio, así que fue a la escuela para preguntarle si la había tomado. El niño negó tener la pistola y con eso evitó cualquier posibilidad de salvación.
Luego de pensarlo un poco, Nogueira pidió permiso para ir al baño y cuando regresó lo hizo con el revólver en la mano. La secuencia fue espeluznante: Disparo. Pánico. Gritos. Delirio. Más disparos. Muerte.
MISTERIO FATAL
Nadie entiende bien a bien cómo pudo ocurrir algo semejante. Ni las autoridades escolares, ni la policía, ni los padres. Lo único que sabían es que la escuela Alcina Dantas Feijao es una de las más prestigiosas dentro del sistema de enseñanza pública de Sao Paulo. Niños modelo.
Bullying, pérdida de valores, resquebrajamiento del tejido social, violencia extrema o el padecimiento de alguna psicopatía. Muchos pueden ser los factores que llevaron a Mota Nogueiras a hacer lo que hizo. Y en Brasil se suma un factor más: la facilidad con la que se accede a un arma. En este país de 194 millones de habitantes circulan más de ocho millones de armas ilegales y cada año se registran alrededor de 50 mil homicidios. Alguno de estos aspectos pudo –o no– haber sido el causante de todo. Hasta ahora todo es un misterio.
En una de las pocas fotografías que circulan por internet, se ve a Nogueira con un peluche en sus hombros. Tiene una mirada inocente y una sonrisa angelical. Un buen chico. Y la pregunta sigue en el aire: ¿Qué ocurrió?, ¿qué diablos ocurrió?
“TIENES QUE MORIR” ¿Qué tengo que hacer para que alguien me escuche? Esa fue la pregunta que Jamey Rodemeyer, de 14 años, escribió en su blog antes de suicidarse. Ahora, tres semanas después, nadie es capaz de responder nada.
Rodemeyer sufrió durante años el acoso de sus compañeros de escuela porque era homosexual; fueron tantos los insultos y humillaciones que recibió –“eres estúpido, homosexual, gordo y desagradable. ¡Tienes que morir!” o “No me importa si mueres. A nadie le importará, así que hazlo y haznos felices a todos”– que no soportó más y decidió poner fin a su sufrimiento el pasado 19 de septiembre.
Jamey avisó en repetidas ocasiones que estaba siendo intimidado, pero nadie le hizo caso. Incluso un día antes de suicidarse, el joven advertía que nadie se preocupa en prevenir el suicidio.
Debido a que el último mes Rodemeyer difundió mensajes de esperanza y con la convicción de que las cosas mejorarían, sorprendió a todos que al final haya decidido terminar con sus días. Fue sólo un momento de tranquilidad, porque el daño ya estaba hecho. (Juan Carlos Aguilar García)

1 comentario:

Dani Bueno dijo...

No me creo nada de esta versión, ¿Si realmente Nogueira dijo a sus compañeros que asesinaría a su profesora, por que ninguno de ellos dijo nada cuando su padre entró en el aula preguntando por el revolver?, ¿Realmente el padre creyó a un niño de 10 años, sin más? aunque mi hijo, en caso de tenerlo, me dijera que no tiene mi pistola, yo le registraría, por dios... Haced entradas en los blogs, si, pero con coherencia, no con información corrupta... asi va internet